miércoles, 25 de marzo de 2015

Capítulo 6: Preparativos mode on



Amanda acababa de recibir un mensaje de Marcus para que fuera a visitarlos, no entendía de qué se trataba pero sabía que era mejor no preguntar. De todas maneras habían salido y se encontraban en su cafetería de siempre, Matt se había apresurado a prepararles sus bebidas preferidas y, como era habitual, le agradeció con una suave sonrisa que hizo que este se atragantara con su propia saliva, aunque ella no se dio cuenta de nada. Sofía a veces sentía pena por el pobre muchacho que era bastante atractivo la verdad, aunque parecía que no era del tipo de su amiga porque ni siquiera lo miraba dos veces cuando se acercaba a servirlas.

- ¿Qué decía el mensaje?- preguntó Sofía mientras daba un sorbo a su café.

- Que me acerque a la sede del club ¿Quieres venir y conocerlos?- respondió mientras terminaba con el pastel que estaba comiendo, aunque ya se había comido alguno en casa cuando estaba deprimida necesitaba azúcar.

- No, tengo que hacer algunas cosas antes de mañana, pero recuerda que tienes que ir pensando en tu cumpleaños ¿Está bien? Este año lo tienes que celebrar sí o si- la señaló con una galleta de chocolate- ¿Qué es eso de celebrarlo sólo cuando tu hermano está? No es muy normal cariño- alzó una ceja.

- Bueno, ya sabes que cuando mi madre murió él fue mi apoyo en el sentido de fiestas, aprender a salir y a relacionarme… incluso intentó darme consejos sexuales- frunció la nariz- creo que ese fue uno de los días más vergonzosos, raros y difíciles de mi vida- rio mientras negaba con la cabeza.

Puede que desde fuera la relación con su hermano no se viera muy normal pero cuando tu padre es militar y tu madre desaparece del mapa no te queda otra que hacer buenas migas con la única persona que queda para hacer de progenitor. Cuando ella tenía cinco años él acababa de cumplir los diecisiete y aun así dejó de lado las fiestas y demás para ocupare de ella. Por las mañanas siempre le preparaba el desayuno y el almuerzo, los primeros días cocinaba fatal pero con los años se había hecho un experto; en su cumpleaños le hacía una tarta y soplaban las velas juntos, le hacía el mejor regalo y siempre preparaba algo rico las noches en que echaba de menos a su madre y lo buscaba llorando. La protegió cuando los chicos querían conseguir cosas indecentes, rompió más de una cara y lo expulsaron por ella un par de veces… tenía que adorarlo.

Desde que él se había embarcado en la marina tan solo había celebrado fiesta cuando él estaba para preparar el pastel, cuando no tan solo hacía una íntima celebración con sus amigos más cercanos y una web cam donde su hermano gritaba como poseso desde el barco. Rio al recordar la última vez porque algunos de su compañeros se unieron a la fiesta y se sentaron alrededor de la mesa que Teo utilizaba para apoyar su portátil brindando por ella. Tenía la sensación de que esa fecha era ya un momento señalado para todo el barco.

- Ya veremos… venga, vete a hacer tus cosas cariño- le guiñó un ojo- yo me voy a ver a cuatro pivones a que me suban el ánimo.

- Está bien, si por alguna razón te quedas sola me llamas y seguimos con el plan de día de chicas- le guiñó un ojo y tras pagar se marchó moviendo las caderas, atrayendo la mirada de muchos hombres.

Amanda siempre se había preguntado cómo se sentiría el que todas la miraran asombrados, nunca le había gustado ser el centro de atención, pero de vez en cuando gustaba que la miraran con atracción. No se dio cuenta de la forma en la que el sol entraba por la ventana y daba en su pelo que brillaba suavemente, dándole un tono casi irreal. Su piel era blanca y suave, parecía de porcelana en ese momento y la forma en la que sus labios se posaban sobre la taza blanca hacía que muchos hombres se quedaran mirándola embobados. Matt dejó pesadamente una taza delante de uno de ellos con una sonrisa claramente forzada.

- Aquí tiene su café señor, que lo disfrute- intencionadamente le cortó la vista de Amanda mientras salía del establecimiento despidiéndose de él.

El trayecto en taxi hasta llegar al club lo pasó con los cascos puestos, escuchando grandes éxitos de los ochenta que su hermano siempre ponía mientras ella hacía los deberes. Miró por la ventana hacia el cielo algo plomizo, estaba a punto de llover y cuando paró bajó pagando y dejando algo de propina. Caminó colgando mejor el bolso sobre su hombro y quitando uno de sus cascos para poder escucharles. Ya ni siquiera llamaba a la puerta cuando llegaba, era como su segunda casa, había tanta confianza que se había acostumbrado a las tonterías de los gemelos, a la gentileza de Marcus y a… no, a William no se había acostumbrado, cada vez que lo veía soltaba un jadeo involuntario.

Miraba el suelo mientras caminaba al interior y se apartó un mechón de pelo para engancharlo tras su oreja al tiempo que alzaba los ojos. Al instante se quedó paralizada la escena: Marcus estaba tirado en el suelo con un sujetador sobre su pelo perfectamente engominado, era de color blanco con puntilla rosa, William tenía unas braguitas en la mano y las mantenía en alto para que Carlos no consiguiera alcanzarlas y Antonio jaleaba a su hermano mientras agitaba en el aire otro par de braguitas… y todas ellas eran de su propiedad. Se sonrojó hasta las orejas y se apresuró a arrebatar su ropa interior de las manos de todos.

- ¿Q… qué hacéis con mi ropa interior?- dijo mientras la guardaba en su bolso para que no siguiera a la vista.

- Mierda…- murmuró William llevándose una mano a la cara.

Al ver la ropa interior que habían sacado los gemelos de sus bolsillos al llegar no había podido evitar preguntarle sobre esta. Según dijeron, cuando Amanda había ido a prepararles un café, mientras ponían las cámaras en su casa habían decidido que debían saber más de ella y no había cosa que hablara tan bien de una fémina que la ropa interior que guardaba en los cajones. Por eso habían entrado en el cuarto y registrando encontraron un bonito conjunto de lencería rosa y blanca y unas braguitas negras… no había cosa más sexy que la ropa interior negra. En ese momento habían escuchado que ella volvía y desesperados por ocultar lo que acababan de hacer terminaron con ellos en los bolsillos.

Cuando descubrieron de los sentimientos de William por ella decidieron que debían darle un regalo ¿Qué mejor que unas braguitas para oler cuando quisiera consolarse solito en la habitación? En cuanto supo de quien eran se atragantó con su propia saliva y se apresuró a intentar conseguirla para devolvérsela, puede que pasaran un par de semanas en su casa, pero antes o después lo haría. Marcus quiso ayudar porque había mandado el mensaje y sabía que llegaría de un momento a otro, su educación no le permitía poner a una mujer en esa situación tan vergonzosa. Al agarrar el sostén que Antonio hacía dar vueltas sobre su cabeza mientras reía había caído al suelo tras resbalarse en algo que debían de haber traído aquellos dos alborotadores, la prenda había caído sobre su cabeza. William mientras tanto había conseguido arrancar de las manos de Carlos las braguitas a conjunto con el sujetador e intentaba que no lo tomara de vuelta… y ella había entrado justo en ese momento.

- Yo… esto… escúchame Amanda no es lo que parece- empezó mientras alzaba las manos algo sonrojado el rubio.

- ¿En serio William?- dijo Carlos chasqueando la lengua mientras negaba con la cabeza- no me esperaba esto de ti la verdad…

- ¡Pero si lo has robado tú!- respondió este mientras le daba una colleja.

- ¿Habéis… robado… mi… ropa… interior?- preguntó Amanda mirando de un gemelo a otro entre profundas respiraciones porque estaba a punto de explotar.

- No…-se apresuraron a decir a la vez pero algo les dijo que ella no les había creído- si… -rectificaron pero ella parecía más enfadada- ¿Puede?-preguntaron perdidos alzando sus hombros.

Sin decir nada más Amanda dejó caer su pesado bolso sobre el regazo de Marcus, algo duro debió dar en cierta parte blanda de su cuerpo porque se encogió de dolor al tiempo que apretaba los ojos y gemía… seguramente era el paraguas, aunque con todo lo que había allí dentro a saber, seguro que incluso había un portal interdimensional. Si su hermano le había enseñado algo era que debía saber defenderse por sí misma y sin pensarlo se dirigió hacia los gemelos, Antonio había bajado del sofá y estaba parado al lado de Carlos. Rápidamente le dio un fuerte puñetazo en la nariz a cada uno, Antonio cayó mareado sobre una silla mientras Carlos se agarraba la nariz que sangraban un poco. Ella empezó a mover su mano con gesto de dolor antes de soplarse los nudillos que escocían bastante y estaban algo rojos.

- ¡Así aprenderéis a respetar las cosas de los demás!- se volvió hacia William con el ceño fruncido- Joder… tenéis la cara dura en todos los sentidos…

- ¡Juro que yo no sabía nada! Quería recuperarla para devolvértela- aseguro apartándose un paso por si acaso.

- Joder… me has cascado los…- gimió Marcus llamando la atención de esta que se apresuró a recoger su bolso.

- Lo siento cariño ¿Te duele mucho? Hay dios… esto es culpa mía ¿Qué hago?- preguntó mientras se arrodillaba al lado de este.

- No… nada… solo- respiró profundo- deja que se me pase- pidió mientras alzaba una mano.

- Lo siento… te prepararé una tila ¿sí?- corrió hacia la cocina ya olvidando el incidente de la ropa interior.


William no sabía si reír o compadecerse de ellos, era el único que había salido ileso y por los pelos. Los gemelos se miraban la nariz el uno al otro, lo bueno de tener una cara exactamente igual a la del contrario es que podían ver los cambios que se habían producido, ambos le tocaban la nariz con cuidado al contrario y hacían muecas de dolor imaginando lo que debía dolerle a su hermano, puede que ella también hubiera sufrido con el golpe pero estaba más que claro que sabía dar puñetazos. Al poco volvió con una taza humeante que dejó en una de las mesas bajas de café que había frente a los sofás.

Amanda se sentía fatal por haber hecho daño a alguien que no se lo merecía, no sabía lo que se sentía al darse un golpe en una parte tan especial para los hombres pero había escuchado que no era nada divertido. Los gemelos parecían un tanto ocupados intentando recomponer sus narices como para ayudarla así que empujó a William hasta que tomó a Marcus de uno de los brazos y lo ayudó a levantar y a sentarse en una de las butacas.

- De verdad que lo siento mucho Marcus, contra ti no tengo nada- comentó mientras le daba la taza.

- No…- su voz sonaba forzada mientras se aclaraba la garganta con mueca de dolor- no pasa nada… ya se me pasará- intentaba respirar profundo para tranquilizarse.

- De todas maneras ¿Si estabais jugando con mi ropa interior para qué me llamáis? –ladeó la cabeza por lo mal que sonaba aquella frase, los gemelos empezaron a reír aunque pararon en seco en cuanto ella les miró con el ceño fruncido.

- Es por… joder… no puedo, habla tu William- gimió Marcus negando con la cabeza.

William estaba algo distraído en ese momento ya que se había fijado en la forma en la que ese conjunto resaltaba estupendamente las curvas de su cuerpo y se había dispersado. Parpadeó un par de veces antes de aclararse la garganta intentando acordarse de lo que tenían que hablar. Marcus dio un sorbo a su bebida mientras rodaba los ojos, William había tenido una época adolescente más o menos moderada y parecía que ahora se le habían salido las hormonas de madre como no le había pasado antes. En otra ocasión se habría burlado de él pero ahora estaba demasiado concentrado en intentar que su cuerpo dejara de doler.

- Emmmm… si- empezó a contar- hemos pensado que como tu cumpleaños se acerca sería un buen momento para avanzar en tu caso, le haremos una fiesta de disfraces aprovechando la cercanía de Halloween así podremos vigilar la situación sin ser reconocidos- le explicó tomando asiento en su butaca detrás del escritorio.

- Oh… ¿E… es necesario? Estoy acostumbrada a solo celebrar fiestas cuando está mi hermano y no ha podido pedir un permiso, en la marina son muy estrictos con ese tema- aclaró mientras miraba de unos a otros.

- Eso explica lo que sepa golpear de esa manera- mencionó Carlos.

- Parece que me haya golpeado un motorista gordo sudoroso y no una chica delgada y de brazos finos- comentó Antonio tanteándose la nariz con una mueca.

- Os lo merecíais- intervino William- me temo que vas a tener que asistir, así nos darás más información de Richard, no te preocupes, la haremos el sábado y así el miércoles, que es tu verdadero día, podrás celebrarlo como quieras… te enviaremos el disfraz y una chica que te maquillará y peinará ¿Qué te parece?

- Bueno, si es así… no veo por qué no- sonrió Amanda hacia él que tosió un par de veces para ocultar su sonrisa de satisfacción.

- ¡FIESTA! –gritaron los gemelos a la vez poniéndose en pie de golpe y empezando a bailar como si estuvieran en los ochenta.

Por un momento todos se quedaron mirando hacia ellos que estaban en su burbuja del mundo disco, les faltaban los pantalones de campana, el pelo afro y las plataformas. Marcus suspiró y volvió a su infusión ignorándolos por completo, William rodó los ojos y sacó un documento que empezó a rellenar con una estilográfica y Amanda… simplemente no podía dejar de mirar con la boca semiabierta entre sorprendida, asustada y divertida. Miró a William y este la miró a los ojos alzando una ceja antes de sonreír y tenderle un libro para que leyera, parecía que ella era la única que no estaba acostumbrada a ver a esos dos hiper-atractivos gemelos bailando como gogos de discoteca que acabaran de tomar LSD.

- No… no gracias- rechazó el libro mientras se ponía en pie- voy a casa a descansar, todavía me duele un poco la cabeza de anoche y pienso dormir toda la tarde- les informó dedicándoles una sonrisa- mañana os veo.

- Si pasa algo llámame- le pidió William antes de que se fuera.

- Está bien, de todas maneras el miércoles os invitaré a tomar algo- se colgó el bolso sobre el hombro.

- Pero dijiste que solo harías una pequeña fiesta- comentó Marcus.

- Lo se… pero vosotros sois parte de mis mejores amigos ahora… además Sofía no puede venir, su madre está en un hospital y cada cierto tiempo tiene que ir- salió cerrando la puerta tras ella.

Marcus y William se miraron el uno al otro con la culpabilidad escrita en el rostro, hacía tiempo que ella había pasado la frontera de mera clienta hacia algo más, pero nunca habían llegado a considerarla realmente como una amiga… ahora que les decía eso se había enternecido incluso más, era imposible poder mantener una distancia emocional con esa chica. Carlos y Antonio se miraron entre ellos, algo brilló en los ojos mientras un pensamiento colectivo se extendió entre los cuatro hombres: ¿Qué narices le compraban? A otra cualquiera le habrían dado alguna joya pero con Amanda necesitaban que sintiera que algo que habían pensado mucho y que llevaba sus sentimientos.

- Tengo que ir de compras- comentó William.

- A buscar algo para tu amada- le respondió Carlos antes de simular darse lote con su hermano.

Como única respuesta este tomó un cojín y se lo lanzó a la cara, impactó sin demasiada fuerza y el material era blando pero tenían la nariz adolorida e hinchada así que soltaron un quejido mientras se llevaban las manos a la zona afectada. Sonrió con suficiencia mientras salía de allí dejando tres doloridos hombres que se revolcaban sobre los sofás.

jueves, 19 de marzo de 2015

Capítulo 5: En los momentos más bajos

Todavía sentía como si el corazón se le estuviera rompiendo en mil pedazos, como si cada parte de su cuerpo fuera sintiendo pequeñas punzadas de dolor y desesperación que después de concentraran en ese lugar. No podía respirar bien por el llanto, de vez en cuando tosía desesperadamente por aire cuando las lágrimas le obstruían las vías y ya sentía como si pelo se pegaba a su cara mojado… no era bonito, llorar no era como en las películas. Tenía la cara congestionada, roja, toda surcada de lágrimas, con el pelo revuelto y hecho un fiasco, se le caían los mocos y le temblaba todo el cuerpo.

Para cuando quiso llegar William al piso ella ya había gastado un paquete de pañuelos que estaba desperdigado por todo el suelo tras el sofá donde había estado apoyada, en un intento desesperado por dejar de llorar que no sirvió de nada. Al sonar el timbre le costó levantarse pero al final se puso en pie mientras se sonaba la nariz y caminó arrastrando los pies hasta la puerta y sin que las lágrimas dejaran de brotar de sus ojos abrió. Miró al chico que allí esperaba… parecía salido de una revista de moda con unos pantalones vaqueros negros, una camisetas de tirantes interior del mismo color y encima una chaqueta blanca, estaba claro que se había puesto la ropa con prisas. Por la cara que puso supo que estaba horrorosa.

- Iuuuujjj…. No estás nada bien- murmuró mientras la miraba de arriba abajo- pero ese pijama te queda muy bien.

- Me… Sniff –sorbió los mocos en su interior- me lo compraste tu- murmuró con voz ronca- no tenías que haber venido.

- Desde luego no iba a dejarte sola, eso está más que claro- respondió mientras se lamía los labios lentamente y entraba sin que le diera permiso, cosa que parecía convertirse en una costumbre.

- Quiero estar sola en este momento por favor- gimoteó mientras lo seguía cual perrito.

- No vas a estar sola, siéntate ahora mismo en ese sofá rojo que tienes- la empujó hasta este y cuando se sentó se dirigió hacia la cocina, tenía que arreglar este desastre como sea.

No sabía lo que estaba haciendo, pero tampoco podía decirle nada porque se encontraba temblorosa como un gatito y sin fuerzas. Miraba las manos laxas sobre su regazo mientras una nueva oleada de lágrimas le subía y sabía que pronto empezaría a llorar de nuevo. Le temblaba el labio inferior mientras sentía una caliente gota caer desde su ojo derecho hasta su mentón. Al momento apareció una fuerte mano de hombre en su campo de visión y le hizo alzar la cara para que le mirara. Sonrió y sus ojos verdes se iluminaron mientras le limpiaba la cara lentamente con un paño de cocina húmedo. Era tan delicado mientras lo hacía que se sintió apreciada, cuidada, valiosa, frágil pero bien protegida… como un tesoro que debía ser tratado como tal.

- Quédate aquí mientras limpio preciosa- sonrió y le acarició la mejilla con uno de sus pulgares.

- ¿Por qué?- preguntó mientras ladeaba la cabeza sin entender.

- Por qué… ¿Qué? -dijo él con una sonrisa irónica.

- Por qué… todo ¿Por qué vienes a mí en mitad de la noche sin preguntarme por qué? ¿Por qué limpias mis mocos? ¿Por qué recoges mi casa para que no piense en él? ¿Por qué me tratas a así cuando sé que no lo merezco?- murmuró mientras los ojos se le llenaban de lágrimas de nuevo.

- ¡Hey! No digas eso, jamás… ¿Me entiendes?- cuando intentó apartar la mirada le sujetó la cara para que no lo hiciera- Amanda eres una gran chica, más de uno moriría para tenerte a su lado así que voy a permitirte que hables así de ti misma- parecía verdaderamente enfadado.

- L… lo siento- murmuró y bajó la mirada.

- Yo mucho más- respondió mientras se ponía en pie, conectó su teléfono al equipo de música y empezó a reproducir Amnesia de 5sos. Sabia que no era la mejor canción para ponerle, pero entendía que en ese momento ella necesitaba llorar y que mejor que una canción con la que todo el mundo se siente identificado.

Se puso en pie de nuevo y se dirigió hacia la cocina para sacar el cubo de la basura y llevarlo con él en su camino hacia la zona de guerra donde estaba todo el desastre. Empezó a recoger los pañuelos dentro del cubo y después lo llevó de nuevo a su lugar de origen, aun así la casa parecía un lugar totalmente distinto, todos los muebles estaba descolocados y el suelo manchado. Suspiró y se rascó la nuca.

- ¿Por qué no vienes conmigo a casa? Te prepararé algo de comer- abrió la nevera de ella mientras lo decía- tú no tienes nada aquí y necesitas cosas calientes.

- No voy a irme a tu casa William- dijo mientras se ponía en pie, después de tanto llorar empezaba a dolerle la cabeza- vete a casa tú, yo no tengo hambre.

- No, voy, a, dejarte, sola- respondió palabra por palabra mientras se acercaba a ella de nuevo- y necesitas comer, tú estás débil, yo me encargaré de esto.

- ¡Es mi casa! Puedo hacerlo yo mañana, déjame sola- su ánimo estaba susceptible y él parecía dispuesto a sacar todo el mal humor que acumulaba en su interior- ¿nunca has oído que no hay nada peor que una mujer enfadada? Pues como sigas así vas a conocer a una.

- ¿Para que vuelvas a autocompadecerte y hundirte en lágrimas? Prefiero enfrentarme a ello- respondió confiado mientras alzaba una ceja lo que hizo que ella se desesperara.

Alzó los brazos y los dejó caer de golpe mientras rodaba los ojos ¡Hombres! No entendían nada. No, ellos preferían estar rodeados de gente como ellos y guardarse en su interior todo mientras juegan videojuegos y comen cosas chatarras. Negó con la cabeza mientras alzaba las manos para pasarlas por su cara y apartarse el pelo hacia atrás cerrando los ojos antes de mirarlo de nuevo.

- Vete a casa- gruñó, aunque sabía que sus intenciones eran buenas no estaba logrando nada.

- No si no vienes conmigo- respondió cruzándose de brazos. Estaba claro que aunque quisiera no podría echarlo, era más alto, más fuerte y más sexy, que aunque lo último no influía siempre había que decirlo- si no vienes a casa me quedaré yo.

- ¡Vete a casa de una puñetera vez con tu novia!- gritó mientras la cabeza le pulsaba como si fuera a explotar.

- ¿Qué? ¿Novia?- preguntó él desconcertado.

- Mira… haz lo que quieras… estoy cansada y me duele la cabeza- suspiró y se frotó las sienes- me voy a dormir.

Se volvió y caminó hacia el cuarto, entró y cerró de un portazo. Prácticamente se arrastró hasta estar en la cama, cubierta por sus sábanas y mantas. Lentamente se fue encogiendo sobre sí misma hasta estar en posición fetal con una mano debajo de la almohada y la otra frente a su cara.

Él suspiró y se frotó los ojos con una de sus manos antes de empezar a caminar por el piso recogiendo y colocando con cuidado, daba gracias a su buena memoria para poder dejar todo en su lugar ¿Qué mierda acababa de pasar? Buscó los útiles de limpieza por todos lados hasta dar con ellos y se encargó de pasar la fregona por el suelo quitándose los zapatos y dejándolos en la entrada para poder caminar por el lugar sin estropear su trabajo, era hombre y rico pero sabía limpiar por una razón: sus padres habían querido que aprendiera a valorar el trabajo y mientras estudiaba fue tan pobre como cualquier otro universitario adolescente, aunque él tenía la ventaja de que su grupo de amigos estaba podrido en dinero. Su piso de estudiante siempre que se limpiaba era de su mano porque sus compañeros de piso no es que fueran muy aseados que digamos.

Se revolvió el pelo rubio mientras bostezaba y miraba la hora, era bastante tarde así que abrió la puerta de la habitación de Amanda y la miró con la leve luz que venía desde la ventana, la había dejado con la persiana subida. Sonrió sin poder evitarlo mientras se acercaba y le acariciaba su mejilla apartando uno de sus mechones castaños de delante de su nariz, así no le molestaría mientras dormía. Aprovechando la situación se puso de cuclillas para poder mirar su serena cara mientras… estaba babeando, bueno, no era algo que no pudiera aguantar. Su sonrisa se amplió cundo ella frunció la nariz y luego suspiró volviendo a colocar su sonrisa, le gustaría saber qué estaba soñando.

En un principio había pensado dormir en el sofá pero ¿Qué demonios? Aquella cama era de matrimonio y olía a ella ¿Qué importaba que durmiera allí? Seguramente despertaría antes que Amanda y jamás lo sabría. Caminó hasta el fondo del cuarto para bajar la persiana y muy lentamente entró debajo de las sabanas con cuidado de no despertarla. Por el peso de su cuerpo al otro lado del colchón ella rodó hasta chocar contra su pecho y él sonrió mientras la abrazaba… no había nada más cerca del paraíso a su parecer. Una amplia sonrisa se plantó en sus labios y por primera vez en meses durmió sin problemas, sentir su calor y su aroma cerca, en el refugio de sus brazos, le hacía sentir muy relajado.

Sofía se sentía mal por haber tenido que abandonar a su mejor amiga con todos sus problemas durante esa noche. Había recibido un mensaje suyo y por las equivocaciones con las letras y lo que pudo intuir que ponía se había peleado de nuevo con ese idiota de novio, quede dicho que le caía como una patada en los ovarios. Siempre llevaba unas llaves del piso de Amanda en su bolso, así que esa mañana se acercó a la pastelería preferida de esta, compró un montón de dulces de esos que con solo mirarlos sabes que vas a engordar, un litro de chocolate recién hecho y se preparó para animarla con media sonrisa en los labios… quizás incluso se tragara alguna de aquellas películas de La Guerra de las Galaxias que no aguantaba.

No fue fácil abrir la puerta cargando con el bolso, las bolsas con los dulces, el termo de chocolate en la mano y su móvil en la boca para que no se cayera. Entró y dejó su bolso y las llaves en la entrada junto a su chaqueta y los tacones, se sentía poderosa con ellos pero ahora no eran necesarios.

- ¡Mi amoooooor!- gritó mientras caminaba hacia el cuarto- ¡La molécula de glucosa más dulce, que formaba parte del grano de azúcar más dulce, que formaba parte de la gota de miel más dulce que cayó jamás en el tarro de miel de Winnie de Pooh… uh…. ¿uh?- murmuró lo último al mirar la cama de su amiga donde estaba el rubio más sexy que hubiera visto en mucho tiempo, que abrazaba a su amiga mientras miraba sorprendido hacia ella.

William había despertado de golpe al escuchar los gritos de aquella mujer pelirroja que ahora le miraba desde la puerta del cuarto, Amanda empezaba a despertarse y cerró los ojos frunciendo el ceño porque sabía que ahora tendría que ingeniárselas para salir airoso. Miró hacia abajo donde descansaba la mujer de sus sueños, literalmente porque toda la noche había soñado con ella, y esta le devolvió la mirada. Parpadeó un par de veces como si tratara de discernir si era un sueño o no y después se apartó de golpe algo sonrojada.

- ¿¡Qué haces en mi cama!?- se volvió hacia Sofía que todavía miraba con la boca semiabierta a William- ¿Y tú no volvías mañana?

- ¿Eso importa ahora?- respondió esta mientras alzaba una de sus cejas.

- Emmm… yo, es que el sofá era incómodo y necesito dormir o no soy persona- intervino él mientras se aclaraba la garganta y se ponía en pie subiendo sus pantalones y bajando su camiseta que se habían movido mientras dormía, sin darse cuenta de la mirada depredadoras que mandaron las mujeres a su trasero.

- Es sofá-cama- respondieron ambas a la vez.

- Yo no lo sabía- se defendió pasando la mano por su pelo- voy al baño… ahora vuelvo- intentó escapar lo antes posible, ahora eran dos contra uno.

En el momento en que la puerta se cerró tras él supo que se avecinaba un interrogatorio. Sofía le había seguido con la mirada como un león mira a una gacela, aunque era raro comparar a William con una gacela, él era más como un tigre dorado… un tigre dorado y sexy… un tigre dorado y sexy que había dormido en su cama con ella. Se sonrojó de nuevo con solo pensado y su amiga le miró con la boca abierta mientras señalaba a la puerta y se acercaba corriendo hacia ella.

- ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Y qué hacías que no me contabas cosas como estas?- dijo inmediatamente mientras seguía señalando a la puerta- dios… que trasero… una mujer podrí a morir agarrando ese firme par de glúteos.

- Es William… tú me mandaste a él… el club de los manipuladores… ¿Te suena?- respondió está rodando los ojos- y eso es porque no has visto su sixpack… es de ocho… bien definido… se puede lavar en él- respondió con media sonrisa burlona haciendo el gesto con sus manos.

- ¡¿Y qué narices hacía en tu cama ese pivón?! Por dios, dime que has dejado a Richard por él- juntó las manos en señal de ruego.

- No, estaba mal anoche y vino a ayudarme, no quise ir a su casa así que se quedó- se escucharon sonidos en la cocina- ve con él que seguro está preparando el desayuno, yo me vestiré.

- Si, ponte guapa y sexy, hazle caer en tus redes y luego patea a Richard- salió antes de que pudiera contradecirla.

Sofía se acercó hacia William que había tomado las bolsas de la entrada y se encargaba de colocar los dulces en un plato en medio de la mesa, junto a tres tazas ya preparadas para contener el chocolate. Parecía en armonía en ese lugar, como si ya hubiera estado antes, cuando sacó las galletas de uno de los estantes esto se lo confirmó. Sonrió al tiempo que tomaba asiento en una de las sillas y colocaba sus codos en la mesa, descansó su barbilla sobre sus manos y le miró fijamente mientras este mordisqueaba una galleta.

- Hola, me llamo Sofía, ya sé cómo te llamas tú… ¿Tocaste zona blanda mientras dormía?- preguntó sin tapujos lo que hizo que él casi se atragantara.

- ¿Cómo?- respondió desconcertado.

- Que si tocaste zona blanda… ya sabes… -se señaló los pechos y el trasero- zona blanda.

- No me aprovecho de la gente mientras duerme- respondió este frunciendo la nariz.

- Pues podrías hacerlo… así dejaría a Richard, llevo años intentando que lo haga- respondió mientras parpadeaba adorablemente.

- No pienso…- empezó a decir pero se abrió la puerta del cuarto y calló hasta que Amanda entró en el baño- es mi cliente, soy un profesional.

- Ummmm… un profesional que se acuesta con su clienta aunque solo sea para dormir, no me convence- sonrió de forma socarrona mientras le miraba fijamente- admítelo, te gusta la chica –señaló con la cabeza hacia la puerta del baño.

Abrió la boca para negarlo pero al momento volvió a cerrarla y chasqueó la lengua volviéndose hacia el termo para servir el contenido en las tazas ¿Tan transparente era? Todos parecían verlo mientras que ella lo ignoraba, todos decían que no hay más ciego que el que no quiere ver y ella debía llevar un antifaz para ignorar todo lo que había alrededor. Su móvil empezó a vibrar sobre la mesa y lo tomó mientras se sentaba en frente de Sofía que le escudriñaba de arriba abajo fijamente, parecía evaluar si era lo suficientemente bueno para su amiga. Por unos momentos se sintió de nuevo como un colegial en día de examen cuando lo pillan haciendo trampas.


MENSAJERÍA/GRUPO: EL CLUB DE LOS MANIPULADORES
Antonio: ¿Dónde pasaste la noche pillín? ¿Recuerdas que tenemos cámaras allí?
Carlos: ¿Le diste caña a lo salvaje?
Marcus: ¿Infringiste tus propias normas?
Antonio: Uuuuuuh el rey de las normas ha caído por una pivita
William: No he caído por nadie, nadie ha hecho nada fuera de lugar, solo estaba mal y no quería dejarla sola.
Carlos: sí, sí, eso dicen todos
Carlos: Por cierto ¿Quién en las pelirroja con curvas de infarto que acaba de entrar?
*Carlos cambió el nombre del grupo: El club de los strippers*
William: Es la mejor amiga de Amanda
*William cambió el nombre del grupo: El club de los manipuladores*
Antonio: Nombre y medidas
*Antonio cambió el nombre del grupo: Todos sabemos que te la tiraste William*
Marcus: Nos enteraremos antes o después confiésalo
William: ¡¡¡Que no hice nada joder!!! ¿Queréis saber la verdad? Me encantaría hacerlo pero no lo he hecho porque sé que ella quiere a otro ¿Contentos? Ya os tocará a vosotros
Carlos: Estás jodido tío pero nosotros somos torres mucho más firmes
Antonio: nosotros no caemos, nosotros follamos
Marcus: Dejad de holgazanear y volved al trabajo
*William cambió el nombre del grupo: El club de los manipuladores*
Antonio: Pero dinos el nombre
Carlos: Mejor enséñanos sus bragas
Marcus: ¡A trabajar coño que estáis de misión!
*Marcus cambió el nombre del grupo: Si no os ponéis en marcha os patearé el culo*
William: Se llama Sofía y tengo la sensación de que os cortaría las pelotas si os pasáis con ella, cambio y cierro que voy a desayunar
*William cambió el nombre del grupo: El club de los manipuladores*


Dejó el móvil de lado mientras suspiraba y miraba como Amanda volvía del baño con un vestido color coral que se le ceñía a la cintura y se ajustaba hasta el cuello dejando la falda suelta. Tragó saliva de golpe y escuchó como Sofía reprimía una risotada, seguro que se había dado cuenta, lo que le faltaba ya, otro miembro que se uniera el club de jodamos a William, parecía que a cada minutos ganaba adeptos. La dueña del piso, ajena a todo lo que había pasado entre ellos dos, les sonrió mientras agitaba su pelo mojado para que no estuviera apelmazado y tomó asiento.

- Cariño, te he dicho cientos de veces que porque tengas novio no tienes por qué parecer una monja- comentó Sofía mientras se acercaba a esta y le desabrochaba los dos primeros botones de la parte superior dejando ver un bonito canalillo.

William cerró los ojos y se aguantó un gemido mientras cierta parte de su cuerpo levantaba la cabeza con ganas de gritar un gran “¡¡Hola!!” hacia Amanda. Rápidamente se cruzó de piernas para que esta no se diera cuenta y miró con ojos entrecerrados a la amiga que tan solo puso una sonrisa angelical en sus labios mientras le miraba y ladeaba la cabeza. Le hizo un gesto casi imperceptible mirando hacia su regazo y luego hacia su cara de nuevo, lo sabía, estaba más que claro que lo sabía y se lo estaba haciendo saber.


- ¿Me has comprado mis dulces preferidos? Awww eres un amor, no sabes cuánto te quiero- dijo Amanda mientras se acercaba a estaba y le daba besitos en las mejillas.

- Por supuesto, lo mejor para animar a cualquier mujer es una buena sesión de chocolate y películas románticas- sonrió esta mientras daba un sorbo a su taza- hoy haremos día de chicas y mañana estarás como nueva.

- Voy a engordar a este ritmo- se quejó esta mientras fruncía la nariz.

- Estás perfecta Amanda, no digas tonterías- intervino William terminando su chocolate y uno de los dulces- bien, yo me voy, algunos trabajamos los domingos también- sonrió hacia esta y se puso en pie- vosotras seguid a lo vuestro que yo sé por dónde se sale.

William tomo todas sus cosas y huyó antes de que le cortaran el paso, un minuto más con Sofía y tendría que matarla con sus propias manos, era demasiado inquisitiva y parecía saber todo lo que pasaba a su alrededor solo con mirarlo. Se estremeció un poco y mordió su labio inferior mientras sacaba las llaves del coche del bolsillo delantero, notando que estaba un poco más apretado de lo normal… su “pequeño William” parecía que no quería relajarse todavía, aquello era todo una mierda.

Tardó menos de diez minutos en estar de vuelta en el club, Marcus estaba preparando algunos papeles legales y los gemelos todavía no habían vuelto así que sacó su móvil y llamó a la única persona de la que no había sabido nada en las últimas horas.

- ¿Verónica? ¿Cómo estás?- preguntó mientras se dejaba caer en su sillón.

- Dormida- respondió en un gruñido que significaba que había salido de fiesta y dejó salir un gran bostezo-, estoy harta de decirte que no me llames hasta después del medio día los domingos.

- ¿Te recuerdo que ahora soy tu jefe?- respondió este alzando una ceja aunque no lo viera.

- Si, si… ligarse a ese tipo ha sido muy fácil, le gustan las rubias… ya les mandé el software para espiar su móvil a los gemelos, ahora… seguiré durmiendo- colgó sin decir nada más.

Suspiró y negó con la cabeza, quizás la tenía demasiado consentida pero jamás había podido negarle nada, debería intervenir y hacer que dejara toda esa vida loca aunque presionar a Verónica jamás había sido buena idea. Se encogió de hombros al tiempo que dejaba el móvil en la mesa y se frotaba los ojos, estaba cansado, pero sonrió al notar el olor de Amanda en su ropa… había merecido la pena, eso estaba más que claro. En ese momento llegaron los gemelos disfrazados de enfermeros ¿Qué narices habían estado haciendo? Bueno, a saber, aquellos dos estaban más locos de lo que jamás habría podido pensar al conocerlos, a lo mejor se habían infiltrado en un hospital para ligarse a las enfermeras.

- ¿Sabéis que la semana que viene es el cumpleaños de Amanda?- comentó Carlos mientras sacaba unas braguitas de encaje del bolsillo de sus pantalones y sonreía socarronamente.

- Noooo…- respondió William sarcástico- he investigado su vida pero no he mirado su fecha de nacimiento- rodó los ojos.

- Ya sabes lo que toca…- respondió Antonio mientras se tiraba, literalmente, encima de un sofá.

- ¡¡¡FIESTA!!!- gritaron ambos hermanos a la vez y William y Marcus se estremecieron a la vez… ya se había liado, jamás se podía parar a esos dos cuando se trataba de preparar una fiesta.

jueves, 12 de marzo de 2015

Capítulo 4: El arma secreta

Siempre le habían gustado los sábados, como a todas las personas que tenían un trabajo. Significaba descanso y relax, incluso para Amanda que lo adoraba unos días para descansar no venían mal… pero para ella se habían convertido en un auténtico suplicio, porque solía ser cuando Richard se ligaba a las rubias o se emborrachaba y acababa pegado a la puerta de su casa golpeando y gritando. En resumidas cuentas, no le agradaba para nada, normalmente se iba a casa de Sofía pero esta había salido y no podía hacerlo. Por suerte en la mañana había quedado con los chicos para que le informaran de cuál iba a ser la siguiente parte del plan.

Miró su armario y suspiró mientras intentaba decidirse entre dos vestidos diferentes, al final se inclinó por un suéter blanco y una falda de cintura alta de estampado de flores en algunas franjas que llegaba hasta justo debajo de la rodilla: recatada pero a la vez sexy y lindo. Se peinó el pelo hasta que quedó lustroso y brillante, como de anuncio de champú de esos que dan orgasmos. Negó con la cabeza un par de veces con una sonrisa en los labios, jamás los entendería. Se colocó los zapatos de tacón negros en conjunto con el cinturón. El resultado le agradó cuando se puso un poco de maquillaje, nada exagerado: colorete, delineador de ojos, algo de sombra, nada de pintalabios, le resecaba y no le gustaba como le quedaba, ya eran suficientemente rojos por su cuenta.

Se puso el abrigo nuevo, cuando se lo abrochó bien este se ajustó a las curvas que se creaban entre su estrecha cintura y sus caderas. Tomó su bolso y miró si tenía todo dentro, faltaban las llaves. Las buscó por toda la casa, estaban en la nevera ¿Qué narices hacían en la nevera? Bueno, a saber, no quería pensar en eso por el momento. Miró las notificaciones en su móvil al tiempo que cerraba la puerta tras ella, bajando después las escaleras. Por mucho que fuera extraño para alguien que adoraba, casi fantaseaba, con los coches no tenía uno por varias razones: No tenía aparcamiento, mucho menos parquin, y no tenía dinero para el tipo de coche que quería, no cualquiera valía para alguien que sabía más de esas máquinas que de maquillaje.

Tomó un taxi y pagó antes de bajar de el con una suave sonrisa que hizo que el taxista parpadeara un par de veces sorprendido y que le cobrara de menos la carrera. Sonrió de nuevo hacia él agradeciendo y entró en el edificio mientras se pasaba las manos sobre su regazo, odiaba que se le arrugara la parte de debajo de su trasero. Entró sin llamar porque la esperaban y ya era una habitual… lo que no esperaba era ver a una chica rubia abrazada y pegada cual sello a William que parecía más que contento con esta situación mientas envolvía sus brazos alrededor de la cintura de la sonriente rubia ¿Por qué todas tenían que ser rubias? En serio, pensaba teñirse si seguía así.

- Creo… que llego en mal momento- murmuró mientras intentaba darse la vuelta para marcharse, no sabía porque había sentido una fuerte punzada en el pecho al verlos en esta situación.

- No, no, Amanda pasa- pidió Marcus que parecía conocerla por la forma en la que le revolvió el pelo antes de acercarse a ella. Era todo un caballero y le tendió la mano para tomar su bolso y su chaqueta.

Para su sorpresa William dejó lo que estaba haciendo, prácticamente placó al estilo rugby a Marcus y tomó su abrigo antes de mirarla de arriba abajo con admiración. La rubia sonrió de forma traviesa mientras los miraba fijamente y los engranajes de su cabeza empezaban a formar calculadoras conexiones, aunque Amanda no lo vio porque estaba entretenienda sonriendo y mirando a esos hermosos ojos de aquel chico que apenas conocía hacía unos días. Cuando desapareció en la parte de atrás para dejar las cosas se acercó a la nueva chica y tomó asiento en un sofá junto a ella que parecía más que acomodada en el club, como si fuera su lugar de toda la vida y tan solo lo cediera de vez en cuando a los que visitaban el lugar.

- Hola, tú debes de ser Amanda, he oído hablar de ti, mi nombre es Verónica- se presentó mientras le tendía la mano y sonreía ampliamente, con un novio así ella también sonreiría.

- Mucho… gusto- respondió indecisa con la absurda e infantil necesidad de negarle la mano y sacarle la lengua, no le gustaba y no sabía porque, normalmente no juzgaba a la gente sin conocerla. Al final cedió y la apretó suavemente.

- Yo soy los refuerzos- guiñó uno de sus ojos y volvió a lamentar que los suyos fueran marrones, los de esa chica eran de un hermoso color verde.

- Verónica es experta en software informático para móviles y… digamos que es buena acercándose a los hombres- rio Carlos mientras dejaba de jugar a la Game Boy que tenía entre las manos y la miraba.

- A ver qué dices de ella, todavía voy a tener que darte una tunda- intervino William que acababa de volver.

- El plan es el siguiente- empezó Antonio mientras se ponía en pie- Verónica se acercara a el Estú… A Richard y se contoneará de forma sexy- hizo una demostración moviendo caderas y todo desfilando por el lugar lo que hizo que tuviera que morderse el labio inferior para no reír y que William tuviera ganas de lanzarse sobre ella como animal en celo- cuando ligue con ella esta podrá tomar el móvil, ponerle un virus espía y además nos ayudará a manipularlo, no en vano dicen lo de: tiran más dos tetas…- no pudo terminar ya que un cojín lanzado por Marcus le impactó en la cara.

- En resumidas cuentas… va a ligarse a mi novio- terminó ella, le caía peor la chica a cada segundo que pasaba.

- Tranquila cielo es un paso hacia un premio mayor- aseguró esta mientras se ponía en pie- yo me voy, tengo mi objetivo y mi cita, os informaré en cuanto pueda.

- Oh si cielo, infórmanos todo lo que quieras… mándanos una foto con tu vestido bien ajustado- respondió Carlos con una sonrisa lobuna que se ganó una colleja de William y Marcus a la vez. Sonó un estallido que dio a entender lo doloroso que debió ser.

- Ya veremos hermosura- esta le miró de arriba abajo con descaro-, ya veremos.

En el momento en que las puertas se cerraron tras ella pareció que la tensión que se había instalado en el ambiente se disipó, Marcus disimuló una sonrisa al notar la mirada de disgusto que Amanda le dedicó antes de que desapareciera y miró justo después a William… ¿La pequeña consentida del club había descubierto que había más hombres además de su novio? No lo sabía, ella era mucho mejor guardando sus sentimientos que su amigo, prácticamente tenía un cartel luminoso en la frente que rezaba “Estoy enamorado y cachondo por esta chica”. Algo le decía que iba a ser muy pero que muy divertido, más incluso de lo que ya había imaginado en un principio.

- Hoy estas algo pronto aquí- comentó Antonio que se había acercado y sentado en el apoyabrazos que quedaba a la derecha de Amanda-, no es que me molestes, nada más fuera de la realidad, sobre todo cuando pareces tan apetecible como un caramelito… al que cualquiera querría desenvolver- movió sus dedos en el aire como si lo hiciera ganándose una mirada de odio de parte de William.

- Es verdad- convino su hermano- tienes unas piernas con las que un hombre quiere rodearse el cuello o las caderas- sonrió de forma pícara Carlos lo que hizo que ella se sonrojara y se atragantara con su propia saliva empezando a toser- pero el caso es que parece que hoy llegaste antes de lo normal… además es el día en el que se supone que puedes empezar a ver a Richard… ¿Te hizo algo?

Ella bajó la mirada y debieron pensar que sucedió algo malo porque un aura oscura empezó a formarse sobre ellos. Apenas se conocían y llevaban una semana juntos pero ellos ya la habían aceptado en su pequeña familia como uno más, los gemelos podían siempre estar bromeando sobre llevarla a la cama, pero en realidad sabía que la cuidarían como una hermana llegado el momento. Las caras oscuras de todos ellos la asustaron, eran capaces de llamar a la policía y crear pruebas falsas para encarcelarlo de por vida, cualquiera les creería… sobre todo si era mujer. Le costaba admitirlo pero el sexo femenino perdía la capacidad de concentración cuando tenía alguno de esos especímenes cerca, con cuatro no podrían más que balbucear y asentir a todo.

- ¡No, no, no!- se apresuró a decir- solo es que los sábados es cuando suele emborracharse y llevarse a chicas a cualquier lado… recordad que fue cuando empezó a llamar a mi puerta de esa manera, odio verlo borracho, siempre me dice cosas muy hirientes cuando lo está- murmuró apartando la mirada de nuevo.

- No tienes que preocuparte más por eso cielo, si vuelve a estar de esa manera en tu puerta tenemos las cámaras y estaremos allí antes de que puedas siquiera asustarte- aseguró Marcus mientras les daba un par de palmaditas en la mano, no quería que William se le lanzara encima de nuevo si la abrazaba.

- Lo sé, muchas gracias- murmuró antes de alzar la cabeza con una tímida sonrisa.

- Sinceramente no sé qué le ves a ese tipo- soltó William, estaba enfadado, él la cuidaría como el mayor de los tesoros y evitaría que nada le hiciera daño y aquel idiota no paraba de corromper su sonrisa.

- A veces yo tampoco, pero supongo que en el corazón no se manda- negó con la cabeza con media sonrisa en los labios.

William se acercó y colocó su mano suavemente sobre la rodilla de ella, de forma muy correcta, no quería que nadie dijera que intentaba ligar con la chica de otro hombre, no era de ese tipo, aunque una parte de él gritara por que empezara a atraerla hacia su terreno. Los gemelos se miraron y alzaron lentamente una ceja antes de volver a mirarlos, después se volvieron hacia Marcus que asintió con una sonrisa socarrona en los labios. Los de estos se curvaron de forma maléfica de una manera tan exacta que cualquiera que los estuviera mirando hubiera sentido un escalofrío.

- Nosotros tenemos cosas que hacer- dijo Carlos antes de acercarse a Amanda y darle un beso demasiado cerca de la comisura de los labios, William apretó tanto la mandíbula que le crujió.

- Sí, hay que preparar cosas- comentó Antonio antes de acercarse a ella tanto como le fue posible antes de besar su mejilla demasiado tiempo mientras miraba con malicia a su amigo que fruncía el ceño con ganas de matarlos.

- A mí me esperan en los juzgados- aseguró Marcus tomando la mano de esta y dándole un beso en los nudillos capaz de hacer que a cualquier mujer se le caigan las bragas empapadas, sobre todo por la forma en la que la miraba a los ojos.

¿Qué… cojones… acababa… de… pasar? Se preguntó mientras se lamía los labios lentamente, después de todo empezaba a sentir que el corazón se le iba a salir por la garganta. Todo ellos eran adonis, no estaba acostumbrada a que hombres con ese calibre se acercaran de esa manera y pensar que ahora tenía cuatro para ella sola. Se había estremecido de arriba abajo sin poder evitarlo, era fiel a su novio, creía que amaba a su novio, pero no era de piedra y cualquiera de ellos eran capaces de hacer que un modelo se sintiera avergonzado de su aspecto… aunque nada podía compararse al momento tenso que había vivido junto a William cuando estaban en el coche, en aquel momento había sentido que si la besaba podía dejar todo atrás por él; aunque ahora que sabía que tenía novia jamás se lo plantearía.

En el momento en que se quedaron a solas un molesto silencio se instaló entre ellos, William seguía mirando la zona por la que se habían marchado sus supuestos amigos con ganas de seguirlos y reproducir alguna de las escenas de Kill Bill… tenía una Katana en casa, quizás pusiera en marcha esa idea, no estaba mal del todo. Ladeó la cabeza mientras pensaba en cómo tenderles una trampa, el problema es que los había enseñado tan bien a ponerlas que eran capaces de superarlas todas y jamás les daría su merecido. La venganza se servía fría y él tenía muy buena memoria y mucha mala ostia, detrás de esa carita de ángel se ocultaba un verdadero demonio, a veces se sentía antisocial y se perdían en su mundo virtual seguro por días.

El silencio era tan denso que cuando las tripas de Amanda sonaron parecieron un león rugiendo y en el mismo momento su rostro tomó un fuerte color rojo por la vergüenza. William la miró con una ceja levantada antes de romper a reír y llevarse una mano a la cara, no sabía cómo lo lograba pero siempre conseguía sacarlo de sus pensamientos manipuladores. Normalmente se perdía en ellos y a no ser que algo muy grave pasara se abstraía de todo y de todos.

- ¿Quieres comer algo? Por el sonido que hay en tu estómago yo diría que si- respondió por sí mismo mientras la miraba todavía aguantándose la risa.

- Si… todavía no tomé nada desde la mañana temprano, tenía que terminar unos informes y quería hacerlos antes de que se me hiciera tarde- murmuró esta avergonzada mientras miraba las manos que había dejado sobre su regazo.

- Entonces vamos- se puso en pie y le tendió la mano- ven, te voy a enseñar una nueva parte del club que no habías visto.

Ella sonrió y se levantó siguiendole hacia la trastienda, por un pasillo casi oculto tras un biombo pasaron a la parte que jamás había visto. En una de las habitaciones había una sala repleta de ordenadores, en otra un montón de papeles, supuso que sería el archivo muy mal ordenado por cierto, y al final había una amplia cocina con un ventanal que dejaba todo muy bien iluminado. Parecía que los chicos muchas veces no tenían tiempo de salir a comer porque cuando abrieron la nevera estaba completamente llena de todo lo necesario para cocinar.

- No se me da muy bien esto, pero haremos pasta que es rápido y fácil- dijo este mientras sonreía de lado y tomaba de uno de los cajones superiores la pasta, esperaba no quemar la cocina con su poca experiencia.

Puso a hervir algo de agua con sal y colocó los macarrones en el recipiente en el momento en que empezó a burbujear. Ella para ir adelantando hizo la salsa boloñesa con algo de carne picada que había encontrado en la nevera, olía bastante bien mientras se movía de un lado a otro en serena armonía.

Después de comer decidió dejarlos trabajar así que se marchó a casa, antes o después tendría que hacerlo. Entró en esta y suspiró mientras cerraba la puerta y dejaba las llaves donde siempre, limpió la casa tras cambiarse de ropa y colocarse uno de los monísimos pijamas cortos que había comprado William para ella. Una vez estuvo todo reluciente se sentó con las piernas cruzadas ante la tele, conectando el USB para empezar ver uno de los siguientes capítulos de las muchas series que tenía empezadas pero casi nunca tenía tiempo para ver al tiempo que comía palomitas como la friki de la ciencia ficción que era ¿Debía empezar por el Doctro Who o Los Grimm?

Cuando se dio cuenta ya había anochecido así que se preparó para ir a la cama, dormiría profundamente hasta el domingo y utilizaría as horas de la tarde, porque sabía que no se despertaría hasta después de la una, para preparar algunas cosas del trabajo que habían quedado con flecos. Bostezó y suspiró mientras caminaba hacia la habitación soltándose el pelo recogido en un moño. No le gustaba dormir con él recogido completamente, luego le quedaba a marca y se acababa haciendo daño con el coletero o la pinza al dar vueltas sobre el colchón.

Encendió la luz de cuarto, que había sufrido un profundo cambio, no quería nada que le recordara aquella tarde que vio a Richard allí con la rubia. Ahora las paredes eran blancas menos la del cabecero, ahora de forja, de un relajante borgoña y lijó el resto de los muebles para que parecieran nuevos. Fue a apagar las del comedor cuando unos fuertes golpes retumbaron por toda la casa. Se quedó paralizada y tomó aire profundamente mientras se dirigía hacia la puerta, ya no tenía que evitarlo. Colocó la mano sobre la manilla de la puerta y se mordió el labio inferior antes de abrirla y encontrarse con un achispado Richard que pareció espabilarse al verla. Sus ojos subieron y bajaron por su cuerpo de un modo que hacía años que no utilizaba con ella, casi pudo notar como brillaban con apreciación ante sus piernas torneadas al descubierto, la franja diminuta de piel que se veía entre el top de tirantas y los pantalones cortos. Estaban en invierno pero su casa tenía calefacción y se podía permitir ir así ya que le entraba calor también del piso superior y del inferior.

- Oh bebé… ese pijama no te lo había visto nunca- comentó mientras parpadeaba un par de veces, ese gesto antes le parecía adorable, ahora estúpido.

- Sí, renové mucho de mi vestuario- respondió ella mientras sonreía y ladeaba la cabeza suavemente- ¿Qué quieres?

- ¿Vienes a bailar? ¿me dejas ver esos nuevos modelos?- alargó sus manos y la agarró de la cintura para atraerla hacia él.

- Sabes que no me gustan esas cosas- respondió ella mientras se escabullía hacia el interior del piso y él la seguía.

- ¿Dónde has estado esta semana? Ni siquiera respondiste mis mensajes- hizo un puchero, a su edad, un puchero, en serio, eso le hizo rodar los ojos mientras suspiraba.

- Estuve ocupada, sabes que me vuelco mucho en mi trabajo, si sólo viniste por eso tengo que dormir –señaló al cuarto.

- Estaría más que dispuesto de seguirte- ronroneó él mientras dejaba caer su cabeza en el hueco de su cuello.

Sonrió mientras se mordía el labio inferior, algo dentro de ella se derritió al tener sus atenciones largo tiempo esperadas, pero algo menos intensas de lo que las recordaba… era como un recuerdo descolorido de lo que ella deseaba. Un aroma dulzón llegó hasta su nariz y la frunció mientras alzaba sus manos y lo empujaba de pronto mientras le miraba frunciendo el ceño, no lo podía creer… cada día le tenía menos respeto.

- ¿Vienes a mí después de haber estado con otra?- jadeó mientras se apartaba un mechón de la cara, no sabía quién de las dos era más idiota, si él por presentarse así o ella por creer que la valoraría.

- Nunca te ha importado Bebé- sonrió intentando alcanzarla pero ella se apartó.

- No… fuera de aquí, vete- señaló la puerta enfurecida, le habían enseñado que ella era mucho más que un objeto y no se iba a dejar pisotear de nuevo.

- ¿Ahora te pones así?- sonrió de forma desagradable y ella se estremeció porque sabía lo que venía después de eso- eres una puta que se aferró a mí porque sabía que nadie más se fijaría en alguien como tú y lo sabes. Te atreves a negarte a estar en mi cama –se volvió hacia la puerta- bueno, no te preocupes, tengo cientos de mujeres a mis pies y me tiraré a todas ellas antes de volverá una frígida mal zumbada como tú.

Cerró la puerta de un portazo y ella sintió como las lágrimas caían por su cara sin poder evitarlo, le temblaban las rodillas mientras se mordía el labio inferior y cayó al suelo dejando caer su cabeza contra el respaldo del sofá que estaba a su derecha, sentía la tela algo áspera contra su frente mientas las lágrimas caían sin parar y le temblaban las manos. Pegó un pequeño puño contra el mueble y lentamente se sentó dejando reposar su espalda contra el lugar donde antes tenía la frente, cerró los ojos dejó que su pecho se estremeciera por los estertores del llanto. Alargó su mano y tomó el móvil de una mesilla cercana, miró la pantalla iluminada sin meter el patrón de desploquéo todavía… pero no podía llamar a nadie, no se sentía con fuerzas.

Como si el destino estuviera interviniendo el aparato empezó a temblar entre sus dedos y la cara de William apareció parpadeando en una llamada entrante. Lentamente descolgó y se lo llevó al oído sin dejar de llorar.

- ¡Hey! Están dando El imperio contrataca en…- empezó él pero de pronto paró al escucharla- ¿Estás llorando? ¿Qué ha pasado?

- Yo… - intentaba hablar pero su voz salía entrecortada por el llanto- Richard… -gimoteó algo inteligible entre lágrimas.

- Estaré allí antes de que te des cuenta- colgó sin darle tiempo a responder.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Capitulo 3: Salir de compras.

La semana pasó de forma bastante extraña, habían ido los gemelos a ponerle unas cámaras por si volvía Richard con ganas de echar la puerta abajo e ir al salir del trabajo a ver a los chicos se había convertido en una de sus actividades preferidas, era muy interesante verlos trabajar. Cuando se había presentado otra de las clientas (Demasiado alta, demasiado delgada y demasiado lagarta) se había sorprendido al darse cuenta de que los cambios que ellos ofrecían siempre conseguían su objetivo.

Lo primero fue quitarle las gafas, la verdad es que la idea de tener que meterse un dedo en el ojo todas las mañanas para colocarse unas barreras de plástico contra un lugar tan sensible como era su ojo no le hacía demasiada gracia, pero al cabo de cuatro o cinco días en los que apenas podía ver por las lágrimas que le provocaba el estar acostumbrándose a ellas resultó que era bastante práctico. Ahora no tenía que limpiar los cristales cada dos por tres, ni se le empañaban cuando había un cambio de temperatura, ni se le resbalaban por la nariz y tenía que subirlas todo el tiempo y además veía todo bastante claro sin el marco que siempre había envuelto las cosas a su alrededor. Era asombroso el cambio que daban algunas personas cuando una se arreglaba un poco, había ido sin sus gafas a trabajar y el chico que hacía las fotocopias no solo había hecho sus copias primero, cuando normalmente debía esperar hasta que todos las tuvieran, sino que además le había llevado un té y había tartamudeado (¡Había tartamudeado!) Jamás nadie lo había hecho por ella.

El lunes se levantaría la veda para hablar con Richard de nuevo y el viernes estaba sentada como siempre en uno de los cómodos sofás del lugar. Cuando se pasa tiempo con las personas se descubren muchas cosas de ellas, por ejemplo que Marcus era un gran jugador de ajedrez, podía pasarse horas con una partida, además tenía un juego con figuritas de la guerra de las galaxias y siempre me dejaba coger el imperio; Los gemelos adoraban gastar bromas, el día que William había escupido el café y había enseñado su lengua azul había reído tanto que llegó con dolor de estómago a casa; William adoraba la literatura antigua, se sabía casi todas las obras de Shakespeare, pero también leía literatura romántica. Decía que era la mejor forma de entrar en la cabeza de una mujer y la verdad es que en cierta manera tenía razón.

Marcus todavía ejercía de abogado en algunos casos cuando le apetecía así que de vez en cuando desaparecía y los gemelos… bueno, los gemelos la mayoría de las veces estaban o infiltrados o por ahí de fiesta, jugando, tenían su propio mundo interno y era muy difícil llegar a él. En resumidas cuentas se encontraba a solas con William que estaba ordenando algunos archivadores y la miraba de vez en cuando mientras ella leía una de las novelas que él tenía por todo el lugar y tomaba uno de esos magníficos cafés.

- Te gusta nuestra cafetera ¿verdad?- preguntó mientras dejaba el último en su lugar.

- Es el cielo… el café de nuestra oficina creo que despierta más por su asqueroso sabor que por la cafeína- respondió mientras reía y alzaba la vista hacia él- ¿ya terminaste?- cerró la novela dejando una marca para seguir otro día.

- Sí, ven, vamos a hacer algo que llevamos posponiendo demasiado tiempo- comentó mientras le hacía un gesto y se dirigían hacia la puerta.

Había aprendido que era mejor no preguntar nada, simplemente hacer, muchas cosas al principio no tenían mucho sentido pero después cobraban significado con el tiempo. Así que se levantó y caminó detrás de él hasta el aparcamiento subterráneo donde descansaban todos sus coches. Mentiría si dijera que no había babeado cuando vio todos allí metidos. El de Marcus era un Arash AF 10, era una marca poco conocida pero sus coches significaban lujo, potencia y rapidez, de un color negro inmaculado. El de Carlos era un Ferrari 458 Challange… solo una de las ruedas de ese monstruo rojo y negro valía más que todos sus gastos de medio año, incluyendo facturas, comida, ropa y el alquiler del piso. Antonio poseía un Zeus Twelve Magnate blanco, aunque era un coche grande y podría considerarse, dentro de los coches de lujo, un auto familiar poseía tanta potencia que podría dejar tirados a la inmensa mayoría de los utilitarios normales, además era seguro y el único que podían utilizar todos cuando salían en grupo hacia algún lugar, tenía asientos traseros, que ya era algo raro en esas gamas, amplios y cómodos… con calentadores y masajeador, se había encargado de probarlo.

Por último estaba el de William, la joya de la corona, un Marussia Luxuri b2, traído directamente desde Rusia, negro mate… todo dentro de ella se derretía al ver ese coche, por algo trabajaba donde lo hacía, adoraba tocar y poder estar en aquellas máquinas que normalmente estaban fuera de su alcance. Como siempre que bajaba a aquel lugar, cada vez que podía hacerlo sola y cuando nadie la veía, acarició el capó del coche y casi ronroneó mientras se dirigía hacia la puerta del acompañante… como le gustaría conducirlo pero ahora no era el momento ni el lugar. Una vez dentro se sintió como si estuviera en un caza espacial, era todo lujo y tecnología, cromado y en cuero.

Recomponiéndose e intentando no babear, más que nada por no estropear la hermosa tapicería, se colocó el cinturón al tiempo que William entraba por el otro lado con media sonrisa en los labios y las llaves en la mano. Dejó la tarjeta en el hueco de delante de la palanca de cambios y pulsó el botón de encendido al tiempo que se colocaba el cinturón de seguridad, al instante ronroneó como un gatito y frotó las piernas entre sí por la repentina excitación que la embargaba, con la vibración del coche bajo su trasero… o dios, adoraba ese coche, quería ese coche, se dejaría hacer un hijo de ese coche. Todo esto se refirmó cuando William pisó el acelerador para ponerlo en marcha y a ella se le secó la boca y curvó sus dedos sobre sus muslos, tendría que dejar de montar en aquel sitio o la tendría que dejar conducirlo porque no aguantaría esa tensión dos veces… incluso olía de maravilla, como recién salido de fábrica.

- Adoro este coche- comentó él mientras salía a la calle y se colocaba las gafas de sol.
- Yo también- dijo ella mientras acariciaba el salpicadero.

- ¿Te gustan los coches?- preguntó sorprendido mientras la miraba alzando una ceja.

- Hay cosas de mí que no puede saber por internet señor Townsend- respondió mientras le miraba devolviéndole el gesto- Además trabajo en una empresa de coches de lujo.

- Eso me gusta, pero… ¿Cómo sabes mi apellido? Y pensaba que trabajabas de recepcionista o algo así- sonrió haciendo que le temblaran las rodillas, ese tipo de sonrisas deberían ser consideradas armas de destrucción masiva, no podían ser legales.

- Em… yo también puedo ser buena investigando y si te gusta tanto me tendrías que dejar conducirlo- sonrió esperanzada… Además suponer es una mala costumbre.

- Ya veremos- respondió este mientras se centraba en la carretera, aunque no paraba de darle vueltas a la idea de que ella conociera su apellido.

Amanda se cruzó de brazos porque sabía que eso significaba que en un noventa y cinco por ciento no la iba a dejar acercarse al volante, todos las subestimaban por ser una mujer… no le gustaba eso. Enfurruñada miró por la ventana sin ver realmente mientras se acercaban a su destino. El coche paró en un semáforo, haciendo que casi todos los transeúntes y demás conductores se volvieran para mirar el coche.

- ¿No vas a preguntarme dónde vamos?- William sentía el pesado silencio como una losa sobre él, estaba enfadada porque no le había dicho que le dejaría conducir su auto pero es que ese era su bebé y nadie podía tocarlo a parte de él.

- ¿De qué serviría? Simplemente vamos a ir de todas las maneras- se encogió de hombros y siguió mirando por la ventana lo que hizo que su acompañante frunciera el ceño.

- Mírame cuando hablas conmigo Amanda, no te comportes como una niña- alargó su mano derecha y le agarró el brazo y tirando un poco de él.

Ella se volvió a mirarle y el cuerpo se acercó hacia el asiento del conductor ya que William había tirado con un poco más de fuerza de la necesaria. William se había inclinado hacia ella por lo que chocó contra su pecho y al alzar la cabeza sorprendida sus labios quedaron a apenas unos centímetros. Sus respiraciones se mezclaron entrando en el pecho contrario, sus narices se acariciaban suavemente, sus labios entreabiertos por la sorpresa quedaban tan cerca que con el simple hecho de que él inclinara la cabeza se juntarían en un acalorado beso.

Las pupilas de ella se dilataron lentamente y los ojos verdes de él fueron oscureciéndose haciéndose cada vez más y más profundos a medida que el olor de Amanda se le mentía debajo de la piel. Alzó una de sus manos y acarició una de sus mejillas llevando un mechón de pelo detrás de la oreja de esta y rozando su nariz contra la de ella. Con este pequeño gesto consiguió que el corazón de esta se saltara un latido y le temblaran las rodillas, estaba claro que él tenía mucha más experiencia y estaba dispuesto a compartir su saber con ella… cuando empezaron a sonar los cláxones de los demás coches, ya que el semáforo se había puesto en verde, se quedaron paralizados un par de segundos y se apartaron de golpe volviendo a su postura inicial, él miró al frente fijamente y puso de nuevo en marcha el coche. Un nerviosismo y acaloramiento se podía palpar en el ambiente, ella se acarició los muslos repetidas veces para quitar el sudor que había aparecido en sus manos y se concentró en mirar por la ventana mientras deseaba que ese coche no oliera como él ya que no permitía que sus nervios se relajaran, se le habían puesto de punta con todo eso.

William había estado a punto de cagarla, estrepitosamente además, la primera y casi única regla del club era: “No te liarás con las clientas” y casi había sucumbido a la tentación. En su defensa cabía decir que el cambio que había sufrido ella con tan solo quitarse las gafas había sido espectacular, tenía unos ojos preciosos y una cara de proporciones perfectas… y luego estaba ese olor dulce y suave que se destilaba de su cuerpo. Sabía que cada mujer tenía uno, su cuerpo lo producía y los hombres se volvían locos por él, pero normalmente estaba disimulado tras perfumes, colonias, esencias de cremas… cosas que Amanda no utilizaba. Su cuerpo olía a ella, a mujer, a dulzura, a noches de pasión y risas. Solo de pensar en esto tuvo que morderse el labio inferior, le enfadaba saber que todo eso ya le pertenecía a otro hombre.

Se regañó a sí mismo mentalmente mientras fruncía el ceño, no, no podía pensar así de ella, además él era un hombre que no estaba hecho para la monogamia, seguramente era la abstinencia. Se convenció a sí mismo de que era así y de que nada más llegar a casa llamaría a una de sus amigas más que dispuestas a deshacerse de su pequeño problema. Estaba seguro de que esta era la solución así que para cuando llegaron a la tienda de lujo y aparcaron en el parquing privado subterráneo ya tenía una sonrisa en los labios.

- ¿Dónde estamos?- preguntó Amanda mientras bajaba del coche y le miraba.

- En una tienda de ropa, vamos a comprarte algunos conjuntos, no muchos, para mejorar un poco tu armario- caminó hacia el ascensor con ella pisándole los talones- tienes algunos vestidos y chaquetas que están bien por lo que he podido ver, vas a dejar de utilizar ropa tan holgada.

- Sabes mucho de moda para ser un hombre ¿no?- preguntó mientras entraba en el pequeño cubículo de metal.

- ¿Quién mejor que nosotros para saber qué le queda bien a una mujer y qué no?- respondió mientras la miraba fijamente hasta que se sonrojó.

- En eso supongo que tienes razón.

En cuanto se abrieron de nuevo las puertas se dio cuenta de que en esa tienda hasta el aire que se respiraba tenía que ser caro, le daba miedo poner un solo pie en ella, su cuenta corriente estaba llorando solo de pensar que su dueña pudiera pensar en gastar algo de dinero así y por algo me refiero a todo lo que tenía por solo una de las prendas. Su trabajo no estaba mal pagado, todo lo contrario pero su padre estaba enfermo desde hacía medio año y aunque el apenas se había preocupado por ella no podía abandonarlo. William le colocó una mano en la parte baja de la espalda y cuando la dependienta se acercó sacó una tarjeta del bolsillo interior de su traje y se la entregó… vale, ella no iba a pagar. La mujer se alejó dejándolos solos en montones de ropa y ella no sabía por dónde empezar.

- Tu tono de piel es perfecto para casi cualquier color pero no quiero nada demasiado claro, a no ser que sea blanco, tienes que hacerla destacar - comentó William mientras buscaba entre las perchas.

- Nunca he sido buena para elegir la ropa- confesó mientras miraba lo que él elegía balanceándose sobre sus pies.

- Ya me he dado cuenta- sacó un vestido palabra de honor color azul oscuro con botones al estilo marinero pero sin ser demasiado atrevido y se lo entregó- pruébate esto.

- ¡Si capitán mi capitán!- se cuadró como en el ejército haciéndole sonreír y se marchó.
Resultó que ir de compras con él era bastante divertido, bromeaban sobre las prendas horteras y feas, la hacía probarse conjuntos de ropa, le enseñaba qué es lo que le quedaba bien y lo que no y ambos reían mientras iban de un lado a otro de la tienda. La dependienta tan solo recogía los conjuntos que él consideraba suficientemente buenos y los llevaba a la caja donde añadía a la cuenta, doblaba cuidadosamente y los metía en glamurosas cajas… lo más surrealista de todo es que, por primera vez en mucho tiempo, quizás desde que Teo se marchó a la marina, se sintió hermosa de verdad. No es que la ropa la hiciera ser diferente, era la forma en la que él se fijaba en ella y solo en ella mientras estaban allí. Mujeres hermosas habían pululado a su alrededor mientras estaban eligiendo y él no apartó sus ojos de ella en ninguna ocasión, centrándose tan solo en hacerla sentirse el centro de atención.

Todo tiene un límite y al llegar el momento en que ya probarse ropa empezaba a ser una pesadez y él se cansaba de elegir más complementos pagaron y se marcharon hacia una planta inferior donde había una acogedora cafetería. El olor a café recién hecho, frutas y especias hacía que tuviera ganas de respirar profundo y cuando tomaron asiento ambos lo hicieron al mismo tiempo. Se sonrieron mutuamente esperando a que un camarero se acercara a tomar su nota.

- ¿Qué van a tomar?- preguntó este alzando una pequeña libreta de tapas negras.

- Yo quiero un Cappuccino con mucha espuma y un trozo de Selva Negra- señaló el dulce en la carta y sonrió al camarero que tuvo que parpadear un par de veces antes de poder centrarse y volverse hacia William para tomar el pedido de este.

- Yo quiero un Café americano y una San Marcos- pidió mientras lo fulminaba con la mirada por su comportamiento.

El chico pareció ignorarle porque volvió a sonreír a ella antes de marcharse, el nuevo vestido que ahora llevaba quedaba justo por sus rodillas y se abría de forma suave a su alrededor ajustándose bajo sus pechos con una cinta que se ataba a su espalda, las mangas largas y la tela abrigada permitían que pudiera estar sin el abrigo en el interior. Era de un suave color coral que resaltaba lo blanco de su piel y lo oscuro de su pelo en un delicioso contraste. Lo que más le gustaba sin embargo era la evidente sencillez de ella, ahora no sabía el poder que tendría sobre los hombres acostumbrada a considerarse poco atractiva y eso podría ser un problema.

Cundo el pedido estuvo sobre la mesa la vio comer de su tarta de chocolate y frutas del bosque como si estuviera degustando el mismo cielo y tuvo que taparse la boca con una de sus manos para esconder la sonrisa de satisfacción que se había formado en sus labios. Nunca comprarle ropa a una mujer había sido tan satisfactorio y lo más raro de todo es que no quería desnudarla como a todas las demás.

Amanda se sentía como si estuviera en el Edén, de repente todos se habían vuelto muy amables con ella y además comía un dulce que haría llorar al mismo señor oscuro… era delicioso, la acidez de las frutas naturales combinadas con el dulzor del Chocolate se fundían sobre su paladar. Casi se sonrojó cuando se dio cuenta de que William la miraba fijamente mientras daba un sorbo al café negro que había pedido, jamás entendería a la gente que era capaz de tomar aquello sin leche o azúcar.

- ¿Qué?- preguntó mientras se lamía los labios para quitarse los restos de chocolate.

- Nada… solo tenía curiosidad sobre esas supuestas cosas que no puedo saber de ti a través de internet- comentó tomando un poco de su dulce y llevándoselo a los labios.

- Pregunta- respondió ella sorbiendo un poco de su taza y luego limpiando sus labios de la deliciosa espuma de leche que había en la superficie.

- ¿Cuánto sabes de coches?

- ¿Cuánto sabes tú de mujeres?- respondió al instante y al ver como levantaba la ceja sonrió- pues más o menos en el mismo nivel.

- Bien… ahora dime algo que casi nadie sepa de los que te conocen- sonrió encantado con ese juego.

- Guerras soy de las galaxias fan- respondió con su mejor voz de Yoda.

- ¡No puede ser!- rio mientras casi se atragantaba con su bebida.

- Te toca- le señaló con su cuchara mientras fruncía un poco la nariz de forma graciosa.

- ¿Sabes lo que es el LOL?- preguntó mientras dejaba salir una lenta sonrisa.

- ¡NOOOO!- dijo sorprendida mientras abría ampliamente los ojos.

- Si- se carcajeó- pero si esto sale de aquí juro que me vengaré de modos que no imaginas- alzó una ceja.

- Tranquilo, tu secreto está a salvo conmigo- aseguró haciendo una cruz sobre su corazón pero sin dejar de soltar pequeñas risitas.

Pasaron cerca de dos horas hablando sobre sus distintos hobbies ocultos y rieron mientras eran mirados de forma extraña por los demás clientes de la cafetería, a un tipo tan trajeado y guapo no le pegaba reír como un niño pequeño y a ella se la veía demasiado sofisticada para hacer la cantidad de muecas que hacía mientras contaba historias destartaladas. Al final había reído tanto que les dolía el estómago y cuando volvieron a montarse en el lujoso coche, tras, con bastante esfuerzo, conseguir meter todas las compras en el minúsculo maletero del deportivo, se encontraban entre cansados y satisfechos. Por una parte ella había descubierto que incluso el más hermoso de los hombres tenía su lado raro que pocos podrían imaginar y por parte de él había descubierto que le gustaban las mujeres que veían las guerras de las galaxias y podían reparar su coche cuando se quedaran tirados en algún momento.

El viaje de vuelta lo hicieron en un silencio agradable mientras dejaban que el piano de Yurima inundara el espacio, al aparcar no le resultó un viaje tan largo y cuando bajó se dio cuenta de que el resto de los chicos había vuelto. Sonrió mientras se alisaba nerviosa la falda con las manos y miraba a William antes de salir corriendo y subir para verles. Estaban discutiendo entre ellos, como casi siempre, los gemelos eran un foco de problemas constantes y Marcus era el encargado de ocuparse de resolverlos la mayoría de las veces.

- ¡Ese tipo no se separa del móvil ni cuándo va al baño! ¡Está haciendo de vientre y lo está mirando, ni cuando duerme podemos quitárselo ya que lo mete debajo de la almohada! Me está jodiendo mucho esta situación- gruñía Carlos mientras se tiraba de mala manera sobre una butaca.

- ¿Qué pasa?- preguntó ella que hasta el momento había pasado desapercibida.

- Hablábamos de…- comenzó a decir Marcus mientras se volvía a mirarla y paraba en seco silbando- Jesús… lo que hace la ropa- comentó mientras la miraba de arriba abajo- estás preciosa.

- Estás cañón- sentenció Carlos mientras sonreía.

- Sí señor, te comería enterita- aseguró Antonio mientras se llevaba los dedos a los labios para poder silbar como en los dibujos animados.

Amanda sonrió sonrojada mientras era alabada por los chicos, pero al instante le quitó importancia: Marcus era demasiado caballeroso como para decir otra cosa y los gemelos… bueno, los gemelos creía que todo lo que tenía falda y dos piernas era bonito y susceptible de ser llevado a su cama. William pasó a su lado con el ceño fruncido y se dejó caer sobre el sillón de ejecutivo que había detrás del escritorio con mala cara… no lo entendía, si hasta hace un momento había estado bastante alegre.

- ¿Qué pasa?- preguntó de malos modos.

- Necesitamos el teléfono de su novio- Antonio señaló a Amanda- pero no se despega de él para nada.

- Entonces habrá que llamar a la artillería pesada- concluyó este mientras sacaba su móvil.

- ¿Qué es la artillería pesada?-preguntó curiosa pero justo la alarma de su móvil sonó y lo sacó mirando la hora- ¡llego tarde! Mañana me lo contareis, hasta luego- se despidió mientras corría hacia la puerta.

- Mandaré la ropa a tu casa- le informó William.

- Ponte un abrigo- aconsejó Marcus.

- ¡Ponte lencería sugerente!- gritó Antonio para que le escuchara.

- Desnúdate en el pasillo para que te veamos- pidió Carlos.

Justo cuando terminó de gritar esta frase un cojín de tela beige se estrelló contra la cara del culpable que se volvió sorprendido hacia su amigo y jefe que lo mandó a trabajar, pero con la cara de pocos amigos que tenía era mejor no discutir así que los gemelos se marcharon para seguir trabajando en sus tareas. Marcus miró a William alzando una de sus cejas y tomó una carpeta negra que había dejado sobre el escritorio al tiempo que se alejaba un paso.

- Te recuerdo que fuiste tú el que puso esa única regla- comentó.

- Lo sé…

- Estás jodido.

- Lo sé…

- Esto es muy divertido- rio mientras se iba a la parte trasera a trabajar.

- Algún día mataré a estos tres idiotas- murmuró mientras dejaba caer la cabeza hacia atrás sobre el respaldo de su butaca y supo que había algo que estaba más que claro: Estaba jodida y completamente acabado si no era capaz de empezar a controlarse un poco.

jueves, 13 de noviembre de 2014

Capítulo 2: Los primeros días.



En principio al llegar a casa pensó que todo había sido una especie de alucinación o sueño colectivo, pero de alguna manera habían conseguido su número de teléfono y antes de siquiera subir en el ascensor ya le habían empezado a llegar mensajes de aquellos chicos recordándole que pasase lo que pasase no hablara con su novio, los reconoció porque en el sistema de mensajería instantánea tenían puesta una foto de perfil… ¿Cómo podían ser tan guapos por dios?

Abrió la puerta mirando el último mensaje “Si te llama ignóralo e infórmanos si sucede algo, no se te olvide” fue guardando los números en la memoria mientras aseguraba la puerta, dejaba las llaves en el mueble de la entrada y colgaba su abrigo y la bufanda en la percha. Como siempre que entraba en su pequeño lugar se quitó los zapatos y caminó sobre las mullidas alfombras. Miró de reojo a su cuarto pero no quería enfrentarse a ese recuerdo ahora, así que se tiró sobre el sofá de color rojo oscuro, tirando a marrón, y se envolvió en una manta beige de cachemira mientras encendía la tele y se abrazaba sus rodillas. Una de las cosas buenas que tenía su casa era que las luces se regulaban, además de con los interruptores, con un práctico mando blanco que colocó a su lado junto con el de la tele.

Estaban dando “Pretty Woman” y, como las anteriores cien veces, se quedó viéndola con una lágrima colgando del ojo aun cuando sabía cuál era el final, estaba demasiado sensible en ese momento como para ponerse a pensar en ello. Suspirando mientras tomaba un pañuelo miraba como la protagonista salía cargando con todas sus cosas de la lujosa habitación de hotel, dejándolo con sus dudas y su mala cabeza porque todos sabían que la amaba menos él.

Sentada cual Yoda dejando que la fuerza se concentrara en un punto de la pantalla, se encogió sobre sí misma y se tapó la cabeza con una manta, de tal manera que tan solo sus ojos podían verse. Suspiró mientras se acomodaba un poco mejor y de repente tuvo la imperiosa necesidad de tomar algo dulce, el problema es que no tenía ganas de levantarse y se encontró en ese dilema en el que toda mujer se ha visto en su vida: Quedarse acomodada en la postura perfecta, con la manta colocada de la manera adecuada para que pusiera un agradable calor sobre su piel, o mirar que había en su despensa perdiendo así esa agradable posición que era tan difícil de encontrar. “Si chocolate tú quieres, levantarte debes” dijo una risueña voz en su cabeza mientras fruncía la nariz mirando hacia la cocina.

Estaba por levantarse cundo escuchó un fuerte timbrazo y se quedó congelada, no esperaba a nadie a esas horas, volvió a sonar repetidamente el timbre y supo al instante quién era. Richard no se caracterizaba por la paciencia precisamente y estaba claro que quería entrar, después de lo que había pasado no había dejado la llave en el escondite de siempre y no tenía una copia de esta porque decía que no le gustaba tener cosas de nadie. Con manos temblorosas intentó coger el mando de las luces y tras herrar el botón, lo que provocó que las luces parpadearan un par de veces, consiguió apagarlas, le quitó la voz a la tele y se quedó en el más completo silencio rezando porque se fuera por sí mismo.

En vez de parar aumentó el ruido contra la puerta, estaba claro que sabía que estaba dentro y su teléfono empezó a sonar añadiendo su sonido al alboroto general y a los golpes que empezaban a dar los vecinos para que le hiciera callar. Amanda no era el tipo de chicas que estaban acostumbradas a ese tipo de situaciones, lo más peligroso que había hecho, a parte de la conducción deportiva que siempre conseguía cargarle las pilas, había sido salir en el número de un circo donde un lanzador de cuchillos había hecho explotar unos globos y tenía la sensación de que salir ahora iba a ser mucho más peligroso… además había hecho una promesa y ella siempre cumplía su palabra.

Tanteando en la oscuridad, tan solo rota por el leve resplandor de la tele, dio con su móvil que en ese momento había dejado de brillar y vibrar por las continuas llamadas de Richard que seguramente estaría borracho. No le gustaba verle así, ya que se ponía de muy mal humor y cuando se negaba a irse a la cama con él la insultaba de manera que siempre le hería en lo más profundo. Suspirando buscó entre los últimos mensajes y sin mirar siquiera quién de los cuatro hombres de la agencia había elegido llamó para que le echaran una mano. Coló su mano bajo la manta que la mantenía escondida y pegó el reluciente aparato contra su oído para escuchar los tonos.

- ¿Sí?- preguntó una adormilada voz de hombre desde el otro lado de la línea.

- Ho… hola- murmuró para que no la escuchara su novio al otro lado de la puerta- me dijiste que informara si ocurría algo y… Richard está aquí y no parece tener intención de irse. Está aporreando la puerta y llamándome… mis vecinos empiezan a molestarse, tengo que salir a verle ¿Qué hago?

- ¡No salgas!- William se había despertado de golpe al reconocer a la persona que le estaba hablando, llevaba unos días sin poder dormir bien y por eso había ido antes a casa. Sus arañas de búsqueda seguían funcionando y recopilando información sobre ella y su pareja pero él estaba confortablemente dormido en su cuarto.

- ¿Q… qué hago entonces?- su voz sonaba entre preocupada y asustada.

- No te preocupes, yo me ocupo- suspiró mientras se sentaba y se preparaba para vestirse- iré ahora mismo.

- Está bien, vivo en...

- Sé dónde vives- cortó él mientras se ponía en pie y empezaba a hacer llamadas inmediatamente tras colgar.

Amanda no supo cómo reaccionar: por un lado estaba aliviada de tener a alguien que pudiera ayudarla en esa situación y por otra le inquietaba bastante que, con tan solo su nombre, supiera dónde vivía y cuál era su número de teléfono. Se volvió a acomodar de nuevo mientras se envolvía más y más entre la manta, cada vez daba más la sensación de ser un Yedi que escapaba del imperio acurrucándose en su cueva. Puede que no lo pareciera pero era fan de la Guerra de las Galaxias desde que las vio con su hermano Teo, un marine que estaba más tiempo en el mar que en tierra, parecía un pez, era difícil casi imposible verlo en plena ciudad. De pequeña cuando era Halloween en vez de disfrazarse de fantasma ella solía disfrazarse de soldado imperial.

De repente los golpes cesaron y alzó la cabeza para escuchar mejor, pudo distinguir unas pisadas que subían por las escaleras. Las voces de los guardias de seguridad le preocuparon un poco… ¿había llamado William a la policía o lo había hecho alguno de sus vecinos? No lo sabía, pero Richard no iba a estar nada contento con aquello, muchas veces se preguntaba si solo se aferraba a él o es que era masoquista por amar a alguien así… nunca había encontrado una respuesta para estas preguntas. Suspiró y dejó caer su frente sobre sus rodillas cerrando los ojos, todo aquello era demasiado complicado, a veces le gustaría poder volver a ser una niña y olvidarse de todas esas cosas, acurrucándose de nuevo entre los brazos protectores de su hermano… nadie podía dudar que ella lo echaba de menos.

Cuando de repente volvió a sonar la puerta se tensó, aunque no sonaba igual. En vez de esos insistentes timbrazos que se metían por sus sentidos eran pequeños toques y suaves golpes sobre la puerta, como si temiera despertar a alguien con el fuerte sonido que provocaba el presionar ese botón que estaba colocado al lado de la puerta junto al de la luz… cosa que resultaba bastante confusa cuando uno llegaba a altas horas de la noche o estaba algo achispada, por lo que acababa llamando a su propia casa. Tras unos cuantos de accidente había acabado por hacer pequeños dibujos en los botones con pintura iridiscente. Esto había hecho gracia a sus vecinos pero al final habían acabado pidiéndole un poco para realizar la misma operación. Dejó de estar en sus pensamientos cuando el móvil empezó a temblar indicándole que recibía una llamada y esta vez era William, el chico de los ojos verdes.
- ¿Sí?- preguntó lo más flojito que pudo tras ponerlo en su oído.

- Soy yo, abre la puerta, ya se ha ido- respondió este.

- Voy- se levantó al instante pero sin soltar la manta, tan solo dejando que se resbalara hacia atrás por lo que se podía ver su pelo ahora revuelto mientras corría hacia la puerta sin encender la luz, lo que provocó que se golpeara en el dedo pequeño del pie contra una cómoda que tenía en la entrada. Jadeó mientras seguía sin soltar el móvil.

- ¿Estás bien?- preguntó él preocupado al otro lado de la línea.

- Sí, solo- abrió la puerta de un tirón- me golpeé en un pie- le miró a los ojos sin colgar el teléfono y se paralizó- Hola…

- Hola… -la recorrió con la mirada al tiempo que colgaba el móvil y lo guardaba en el bolsillo trasero de sus pantalones- me encanta ver a una mujer cómoda en su casa- alzó una ceja mientras la observaba de arriba abajo.

Se ruborizó un poco y se aclaró la garganta mientras se envolvía mejor en la manta, de todas maneras no debería importarle lo que él pensara ¿Verdad? Sólo la ayudaba a conseguir que Richard se comprometiera al fin con ella. Sin esperar a que ella lo invitara entró en su casa y buscó el interruptor de la luz llenando la habitación con un brillo blanco, los focos estaban escondidos de tal manera que la iluminación era perfecta pero no se veía de dónde provenía. Las paredes eran de un níveo blanco y sin embargo todos los muebles eran de colores extravagantes y llamativos, era raro pero combinaban entre sí de manera que solo podrían hacerlo en un ambiente tan distendido. Apenas había separación entre las habitaciones y las grandes ventanas en ese momento estaban cubiertas por pesadas cortinas color vino.

Caminó con pasos largos por todo el piso y sin pudor abrió la puerta del cuarto, miró a todos lados de la relajante estancia, decorada con tonos tierras y rojos y pasó a la cocina abriendo la nevera y tomando de ella una de las muchas pequeñas botellas de agua. Desenroscó el tapón y se la llevó a los labios recostándose contra la encimera.

- Adelante, como si estuvieras en tu casa- murmuró ella frunciendo un poco el ceño.

- No esperabas que me fuera tan rápido después de que me has despertado ¿verdad?-respondió mientras la miraba fijamente a los ojos y tomaba otro sorbo de agua.

- Siento eso… llegó la policía y se fue… seguro fue uno de mis vecinos y te hice venir para nada- comentó tomando un bollito de crema de uno de los armarios y suspiró cuando se lo metió casi entero en la boca.

- No, los llamé yo… no podía verme todavía y era mejor que se fuera antes de que llegara o le acabaría rompiendo la cara por ser tan capullo.

Ahora que se fijaba no llevaba puesto uno de sus trajes sino unos ceñidos pantalones vaqueros, gastados en las rodillas, unas zapatillas de deporte y una ajustada camiseta gris de manga corta… que marcaba unos músculos bastante duros y apetecibles. Durante un segundo se lo imaginó sin camisa y pensó que por culpa de chicos como él el calentamiento global se agravaba día tras día. Miró su garganta mientras tragaba el líquido y se atragantó con su propia saliva apartando la mirada algo sonrojada… no podía estar pensando eso de una persona que tendría que ver muy a menudo a partir de ese momento.

Estaba por preguntarle qué quería, si necesitaba algo de comer o algo así cuando su móvil empezó a vibrar de nuevo en su mano sobresaltándola. Lo alzó y lo miró para ver que se trataba de Richard, suspiró tragándose las ganas de contestar y bajó de nuevo el teléfono tirándolo después sobre el sofá. William sonrió, haciendo que un extraño calor se extendiera desde la base de su estómago hacia todos los lugares de su cuerpo, salivó un poco más de la cuenta y se tensó cuando se apartó de la encimera acercándose a ella y colocándole una mano sobre su cabeza.

- Buena chica, si has sido capaz de hacer eso puedo marcharme… -miró a su alrededor- tu piso me gusta, no creo que venga de nuevo, si algo pasa vuelve a llamarme- sonrió mirándola a los ojos y sintiendo algo cálido en su interior, era muy difícil encontrar a alguien a la que se le pudiera leer el alma en los ojos sin que se escondiera detrás de nada.

Al llegar se había preocupado cuando no le abrió la puerta y más cuando escuchó su quejido al otro lado del teléfono, los agentes que había mandado eran de su círculo de amistades y le habían informado de que iba algo borracho, o más bien que tenía una destilaría dentro de esa cloaca que tenía por boca. Al verla envuelta en una manta, con su pelo revuelto y una inocente expresión sintió que la tensión desaparecía y pudo relajarse e inspeccionar el lugar, podía saberse mucho de una persona por la forma en la que decoraba su casa y algo le decía que detrás de esa apariencia modosita había una divertida persona que adoraba reír y quería sacarla fuera como fuera.

Se marchó y Amanda se quedó mirando la puerta con la boca abierta… desde luego no entendía a los hombres eso estaba más que claro. Tomó un bote de helado de menta, una cuchara grande y se dirigió hacia su sofá, esa noche iba a ser mala, comería todo el dulce que no debería tomar ni siquiera en un mes y a la mañana siguiente le dolería el estómago pero se sentiría mucho mejor tras llorar viendo “El diario de Noah”.

A la mañana siguiente tenía los ojos hinchados, el estómago muy revuelto, su sofá de color rojo tenia manchas de helado por todos lados y sin embargo estaba feliz. Antes de ir a trabajar puso una lavadora con las fundas del sofá, se dio una larga ducha caliente y se visitó con uno de sus vestidos más nuevos dejando su pelo suelto para que se secara al aire. En la agencia de publicidad donde ella trabajaba se dedicaba a conseguir coches de lujos, que previamente ella probaba, para personajes ilustres que llegaran a la ciudad y adoraba conducir así que siempre lo pasaba bien. Además Sofía trabajaba con ella y siempre era bueno tener a alguien con quien reír entre informe e informe, eso sin contar que ella fue quien la animó a seguir con lo de El club de los Manipuladores y se sorprendió cuando le contó lo que había sucedido con William y Richard.

- ¿Y dices que ese William es un tipo caliente?- preguntó mientras tomaba un sorbo de su asqueroso café de máquina.

- ¿En serio te gusta el chocolate espeso? ¿Qué tipo de pregunta es esa?- respondió ella rodando los ojos.

- ¿No será que le gustas? Es raro que levantara solo para ir a ayudarte – dijo moviendo sus cejas de arriba abajo repetidas veces.

- Es su trabajo- suspiró y apuró su taza de café mientras volvía a su mesa.

Al salir se despidió de Sofía y se encaminó hacia el cuartel general de los chicos más hot de la ciudad, si la gente supiera lo que se juntaba en ese espacio seguro que no estarían tan aburridos como los había encontrado la primera vez, es más habría más admiradoras en la puesta que en un concierto de One Direction. Negó con la cabeza con media sonrisa mientras se colocaba mejor el bolso sobre el hombro ya que pesaba demasiado, lo raro es que no tuviera allí una espada laser. Miró la puerta respirando profundo todavía le resultaba extraño en hecho de estar en una agencia de manipulaciones. Llamó suavemente y entró despacio quedándose helada al ver lo que allí ocurría.

Marcus se volvió para mirarla y le sonrió antes de volverse hacia un tablón que el día anterior no estaba y parecía a los policíaco como los que había visto en la tele, tuvo un flas back de “Mentes Criminales” al notar los hilos de colores que conectaban las chinchetas que había sobre cada una de las fotos que formaban un mosaico, todas de su novio y otras tipas que reconoció como sus amantes. Mientras tanto William leía documentos que tenía amontonados sobre la mesa y tomaba un café de delicioso olor, los gemelos estaban disfrazados con uniformes de la compañía eléctrica.

- ¿Qué… pasa aquí?- preguntó mientras miraba de unos a otros- ¿Dónde vais?

- A colarnos en casa de tu novio- respondieron al unísono Carlos y Antonio mientras salían por la puerta.

Se quedó con la boca abierta mientras miraba sus espaldas que se alejaban y se iba acercando a la mesa de William. Miró los documentos y parpadeó un par de veces al darse cuenta de que en ellos estaba toda su vida resumida en pocas palabras junto con la de Richard ¿De dónde había salido todo eso? Incluso tenía el informe de una multa que le pusieron cuando tenía dieciséis años y acababa de conseguir el carnet, se supone que eso estaba en su ficha de menor, no podían saberlo ni el juzgado, pero qué demonios…

- Tienes que firmar aquí- dijo Marcus mientras dejaba el contrato ante ella.

- Está bien… -lo tomó entre sus manos y lo leyó rápidamente, era sencillo, claro y conciso, sin letra pequeña, decía todo tal y como se lo habían explicado la noche anterior, lo que más le consternaba es que tenía todos sus datos de la seguridad social sin que ella se los hubiera proporcionado. Un poco dubitativa firmó sobre la línea de puntos.

- Bueno… oficialmente eres nuestra clienta Amanda… Nosotros te enseñaremos que hasta el más fuerte de los hombres puede ser manipulado, esa es la función de El club de los manipuladores- le explicó William con una amplia sonrisa mientras Marcus se llevaba los documentos y le entregaba una copia.