sábado, 8 de noviembre de 2014

capitulo 1: El club


El club tenía un gran problema, no era económico, después de todo, las mujeres se dejaban una millonada por tener al hombre que querían… el problema es que el mercado se les estaba restringiendo. Las clientas que pedían sus servicios querían un hombre con dinero, nada de amor, eran objetivos financieros y aunque había muchas de estas había aún más de las otras…. Necesitaban encontrar la forma de ampliar su mercado.

Suspirando Marcus miró a sus compañeros de trabajo, todos tenían dinero más que de sobra, eran ricos, guapos e inteligentes, por eso se aburrían como nadie más podía hacerlo. De ahí había nacido el Club de los Manipuladores, en un primer momento fue dedicado a ver quién era capaz de ligar con más mujeres en la secundaria, en la universidad empezaron a ayudar a otros con complicados planes que ponían a prueba su destreza mental y física… y ahora se dedicaban a engordar la fortuna familiar, que era gestionada por gente que se interesara en esas cosas, con esa agencia para ayudar a mujeres y hombres desesperados.

En este momento tenían tres casos, a cuál de ellos más aburrido que el anterior, trabajos muy fáciles de solucionar con paciencia y estrategia, si esto seguía así acabarían volviendo a las andadas y a avergonzar a sus familias que hacían la vista gorda con ellos. Antonio y Carlos eran gemelos y en ese momento jugaban al póker descubierto en una mesa apartada, William presidía como siempre la sala en el elegante escritorio mientas se dedicaba a leer una novela de misterio, Marcus por su parte jugaba en su móvil de última generación a una carrera de coches para la cual giraba repentinamente el móvil de un lado a otro para que su auto no chocara contra un árbol cibernético… la imagen del aburrimiento en estado puro.

Amanda tragó saliva mientras paraba delante de la puerta de aquel establecimiento, le había costado tres o cuatro intentos decidirse a entrar y había pasado como una acosadora varias veces por la puerta… puede que le hubiera dicho a Sofía que no iba a ir pero el llegar a casa y encontrarse a Richard saliendo con una rubia despeinada le había hecho cambiar de opinión… no podía seguir así. Cansada bajó la vista y un mechón de pelo color caramelo con vetas rojizas y algo rubias le calló en la cara… si tan solo su pelo se decidiera por un tono y fuera rubia, morena o pelirroja y no una maldita morena que no llamaba la atención quizás él se fijara en ella. Miró a la puerta fijamente y supo que en cuanto pasara por ahí estaría oficialmente arruinada, su economía no podría aguantar un gasto así, pero era su última esperanza.

Tomando valor que no tenía entró tras llamar al timbre un par de veces, dentro se escuchó un revuelo y un golpe que la hizo atreverse a mirar abriendo la puerta, para encontrase a un chico tirado en el suelo. Al parecer se había asustado con el timbre y al estar balanceándose sobre la silla esta cayó hacia atrás, dejándolo tirado, con el móvil en la mano y unos desorbitados ojos grises mirando entre asustados y sorprendidos a la puerta. Como si esto no fuera suficiente el tipo estaba vestido de Armani y era verdaderamente atractivo… lo que hacía la situación incluso más ridícula.

Se llevó una mano a la boca aguantándose las ganas de reír mientras daba un paso al interior donde repentinamente unas carcajadas de hombre empezaron a expandirse por la sala, había dos chicos que eran exactamente iguales al fondo, ambos golpeaban la mesa mientras reían con ganas. Mientras tanto otro hombre, el que parecía ser el jefe de aquella elegante sala con cómodos sillones, decorada con colores cálidos y preparados para agradar al cliente, se aguantaba la risa. Este tenía el pelo color chocolate y perfectamente peinado, lo que llamaba la atención sobre sus ojos verdes… ¿Por qué todos ahí eran tan atractivos? Se sentía como una mosca que entraba en un nido de sofisticadas arañas.

- Pase, pase… no se preocupe por él, se levantará en cuanto recomponga su orgullo- dijo el que parecía ser el jefe mientras se ponía en pie para darle la bienvenida.

- S… si…- entró mientras se aclaraba la garganta para dejar de reír aunque su media sonrisa en los labios no se borró, en cambio su conciencia no la permitía pasar por el lado de una persona que necesitaba ayuda y dejarla ahí.

Paró al lado del chico y le tendió sus manos, en cuanto las tomó tiró con tanta fuerza como podía hasta que consiguió que estuviera en pie… no es que tuviera demasiada pero era mejor que nada porque los gemelos seguían revolcándose de la risa y el castaño no parecía dispuesto a arrugar su traje solo por ayudarle. Una vez estuvo sobre sus zapatos a medida de nuevo se apresuró a arreglarse el traje y se aclaró la garganta mientras le tomaba la mano y la besaba lentamente para agradecerle que se hubiera preocupado por él.

- Muchas gracias señorita- comentó con una sonrisa en los labios.

- Es lo mínimo que podía hacer cuando fue mi timbrazo el que hizo que cayera- rio un tanto sonrojada por su atención hacia ella.

- Siéntese- le ofreció con una inclinación de cabeza el que parecía ser el jefe. Mientras se sentaba y colocaba la falda larga hasta los pies, tremendamente recatada, este miró al que se había caído y le amenazó sin hacer ruido, el otro se encogió de hombros, en el momento en que ella alzó la cabeza ambos volvieron a su estado de serenidad.

- Cuéntenos cuál es su problema y le daremos una solución- intervino el de los ojos grises tomando asiento a su lado.
Miró de uno a otro, los gemelos habían alzado la cabeza y ahora estaban serios mirándola fijamente y tuvo que sonrojarse un poco… también eran tremendamente guapos, rostros angulosos con mandíbula fuerte de evidente ascendencia latina, sus ojos eran oscuros de largas pestañas… jamás había visto unos ojos así de penetrantes antes. Se miró las manos sobre su regazo y apretó la falda entre sus dedos.

- Yo… me gustaría decirles primero de nada que no tengo mucho dinero y sólo puedo aspirar a la más pequeña de sus tarifas- murmuró mientras mantenía la mirada baja- pero ustedes son mi última esperanza… necesito recuperarle o me moriré- se llevó una mano al corazón y con los ojos apunto de derramar sus lagrimas.

- Usted… ama a esa persona por lo que veo- William miró significativamente a sus tres compañeros que asintieron comprendiendo, quizás era ese el trampolín que necesitaban a ese nuevo mercado.

- Es mi novio… claro que lo amo- respondió mientras alzaba la cara para mirar a los ojos al castaño, al instante este tuvo que toser porque la saliva se le había quedado atascada en la garganta… eran los ojos más inocentes y dulces que había visto en su vida, de un corriente pero agradable color marrón, como la leña de un fuego hogareño- pero él… no para de acostarse con otras mujeres a pesar de que sabe que yo haría cualquier cosa por él y que lo amo con locura- su voz se entrecortó por el llanto que pugnaba por salir y que a duras penas retenía.

Por un momento abrió la boca y después volvió a cerrarla de golpe ¡Por fin algo remotamente interesante! Era la primera clienta que no quería conseguir un hombre, ella quería que el que ya tenía se fijase en que estaba allí. Al instante los ojos de los cuatro brillaron encantados con el desafío que se les presentaba y se apresuraron a tomar asiento alrededor de ella cada vez más interesados.

- E... Él siempre está con chicas rubias, guapas, altas y delgadas… yo no soy nada de eso- murmuró mientras negaba con la cabeza.

- Eso no importa realmente, usted es del grupo de mujeres echas para conservarlas, las que usted describe son de usar y tirar, para una sola noche… eso quiere decir que tiene muchas más posibilidades de mantenerlo que ellas de quitárselo- comentó uno de los gemelos.

- Bueno, yo creo que esta situación ocurre porque siente que usted estará siempre ahí para él, pase lo que pase- le respondió su hermano gemelo encogiéndose de hombros.

- Exacto- comentó el primero un poco más ancho de espaldas y con el pelo color chocolate, parecía el mismo pecado encarnado en ese traje de alta costura negro e impecable- pero podemos ayudarte, tan solo vas a tener que hacer una cosa...

- ¿Qué? haré cualquier cosa- se llevó la mano al pecho con el corazón acelerado, estaba completamente desesperada.

- Poner un perfecto no en tus perfectos labios... del resto, nos ocupamos nosotros.

Ella parpadeó un par de veces sin entender realmente lo que querían decir, pero por más que miraba alrededor ellos solo asentían dándole la razón al jefe que acababa de hablar. En ese instante empezó a sonar crazy in love de Beyonce en su teléfono móvil. Colocó su gran bolso sobre sus rodillas y peleó con todo lo que tenía dentro hasta conseguir encontrar el teléfono ¿por qué siempre llevaría tantas cosas con ella? Los gemelos reaccionaron al instante al escuchar la canción y empezaron a bailar al son imitando a la cantante, procurando que su clienta no los viese. William los fulmino con la mirada pero ellos se encogieron de hombros y siguieron con sus movimientos, aunque quedaba algo extraño al contraste de sus trajes a medida; Carlos se volvió y levanto la chaqueta mostrándole sus glúteos a su jefe y dedicándole un tuerquin mientras Marcus se esforzaba en aguantar una carcajada que luchaba por salir a través de su garganta. Cuando encontró su teléfono se fijó en que se trataba de Richard y se sorprendió, enseguida se preparó para responder… cosa que no consiguió porque el hombre que estaba sentado justo enfrente se lo quitó y lo bloqueó quitando el sonido y dejándolo sobre la mesa.

- ¿Q… que hace? –dijo alarmada mientras alargaba las manos para agarrarlo sin conseguirlo de nuevo ya que él se lo volvió a arrebatar.

- Desde este momento está bajo nuestro cuidado y en una semana no verá, no responderá llamadas o mensajes ni se pondrá en contacto con su novio- respondió este mientras sonreía- Mi nombre es William y estos son mis socios: Marcus- señaló al de os ojos grises- Antonio y Carlos- los gemelos saludaron al unísonom, parecia que tuviesen telepatía.

- M… Mi nombre es Amanda… ¿No deberíamos hablar de precios o hacer un contrato o algo? –murmuró preocupada mirando de unos a otros.

- No se preocupe por eso- respondió William mientras se lamía los labios lentamente- nosotros nos ocuparemos de todos los gastos- casi se escuchó el sonido de las mandíbulas desencajándose y los gemelos empezaron a gesticular exageradamente detrás de ella. Cuando miró hacia éstos pararon y sonrieron como si nada- A cambio usted nos permitirá utilizar su caso para publicidad.

Ella parpadeó un par de veces sorprendida y frunció un poco el ceño pensando en ello… ¿Quería que la utilizaran como un producto de márquetin? Sonrió para ella misma porque sabía que esa no era la pregunta que realmente importaba ¿Tenía otra opción? La respuesta era clara y sencilla: No. Solo podía acceder aunque eso significara perder un poco de su ya mermada dignidad. Bajó la mirada hacia sus manos que ahora jugueteaban nerviosas con la correa de su bolso y sentía los ojos expectantes de los cuatro hermosos hombres sobre ella. Suspiró antes de asentir.

- Perfecto- intervino Marco- tendré preparado el contrato para mañana mismo… pero debe saber algo, solo garantizamos el cien por cien de efectividad si hace todas las cosas que le decimos al pie de la letra ¿me ha entendido?

- S… supongo que si aunque no entiendo porque no he de hablar con él- murmuró apartando la mirada de nuevo.

- Por el momento no hace falta que entienda, venga mañana a la misma hora. Recuerde, nada de atender a las llamadas de ese hombre- Dijo el que debía ser Antonio… ¿O era Carlos? Ambos eran endemoniadamente parecidos, mientras la ayudaba a levantarse y la guiaba hacia la puerta devolviéndole el móvil.

Antes de darse cuenta estaba de nuevo en la calle incluso más confusa que cuando entró… pensó que iba a encontrarse en un lugar típico de las agencias matrimoniales: con fotos de las parejas que han unido en las paredes, señoras regordetas y risueñas, mujeres cotorreando por todos lados… pero no, había sido como entrar en una reunión con el presidente de una gran compañía y sus directivos. Ladeó la cabeza frunciendo el ceño y suspiró mientras se dirigía de nuevo hacia su casa, mejor pensar esas cosas en frío.

Mientras caminaba su móvil empezó a sonar de nuevo y lo alzó para ver quién era. Cerró los ojos con fuerza al ver el nombre de Richard con una foto suya parpadeando en el fondo de la pantalla aunque sabía quién era por su tono personalizado. Le hormigueaban los dedos por el deseo de atender el teléfono, de escuchar su voz grave y acogedora, por escuchar sus disculpas y que la amaba, aunque sabía que no era verdad… pero si quería de verdad su corazón tendría que hacer sacrificios y presionar el botón para ponerlo en silencio tan solo era el primero de ellos. Se mordió el labio inferior y suspiró mientras alzaba la cabeza, tenía que hacer la cena, dormir e ir a trabajar la mañana siguiente. Antes de darse cuenta ya habría vuelto y estaría con su contrato en la mano y junto con este, el mapa y las llaves para entrar en el corazón de esa persona.

William sonreía lentamente de lado mientras las mentes calculadoras de Antonio y Carlos preparaban los planes para la próxima semana, iba a ser agotador el primer tramo, sobre todo porque en este caso no podían realizar ningún cambio brusco en la apariencia de la clienta o su presa se escaparía como un cervatillo asustado… no, no iban a transformarla en una chica de usar u tirar, seguirían fieles a su estilo de novia duradera pero la haría progresivamente más atractiva. De todos es sabido que una mujer mejora su aspecto cuando se siente atraída por un hombre y eso es lo que ellos querían hacerle creer, porque no hay cosa que un hombre quiera más que aquello que otras personas desean… si pensaba que se la podían quitar se aferraría a ella como un clavo ardiendo.

Sabían que era un gilipollas, hasta ahí estaba claro, no se metían en los gustos de las clienta, pero no era tonto, por eso la había conservado tanto tiempo y sabía que no era de las personas que se enamoraban a primera vista. Ella iría cambiando poco a poco, evolucionando como los sentimientos hacia esta nueva persona, así que esta semana tan solo le quitarían esas horrendas gafas de pasta negras que llevaba y mejorarían su ropa, nada atrevido, vestidos por la rodilla tal vez.

- Esto sí que es un caso raro y entretenido- rio Marcus mientras tecleaba furiosamente en su portátil redactando el contrato, era abogado y Antonio y Carlos eran analistas y economistas así que siempre iban con las espaldas bien cubiertas.

- Va a ser divertido- comentó uno de estos, a pesar de que llevaban cerca de diez años juntos aún le era difícil distinguirlos.

- Sí que lo va a ser… mientras más difícil mejor ¿verdad chicos?- sonrió William de forma entre diabólica y divertida.

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