jueves, 6 de noviembre de 2014

El club de los manipuladores 1: Un perfecto No en sus perfectos Labios (Prólogo)

- No deberíamos hacer esto en la casa de tu novia- rio la rubia oxigenada que estaba entre los brazos de Richard repentinamente avergonzada por su comportamiento a pesar de estar ya con la blusa desabotonada.

- Oh vamos, sabes que ella siempre me perdona haga lo que haga, está tan enamorada de mí que se tiraría de un puente si yo se lo pidiera- rio entre dientes antes de volver a enterrar su cara entre los pechos operados de la rubia.

No podía creer lo que escuchaba tras la puerta de su propio cuarto, no solo contento con acostarse con otra en su propia cama, ni si quiera se había dignado a ir a un hotel o a el piso en el que vivía solo, se estaba burlando de ella mientras desnudaba a otra. Sintió náuseas y ganas de llorar a partes iguales... iba a tener que quemar las sábanas después de eso. Se sentía una mierda, él la trataba como si fuera poco más que uno de los tantos objetos caros que podía comprar con las tarjetas de sus padres, como si no tuviera sentimientos y su corazón no se rompiera un poco cada vez que le escuchaba decir esas cosas o estar con otra mujer. Muchas veces se preguntaba por qué aguantaba todo aquello, Amanda era fuerte y todos lo sabían pero con él… bueno, digamos que no se comportaba de la misma manera.

¿Cómo había acabado siendo de esta manera? En un principio su noviazgo había sido como cualquier otro pero en algún momento entre los diecisiete años, cuando decidieron empezar a salir en serio, tras haber sido amigos de la infancia, y los veinticuatro que tenía ahora, aquello se había transformado en algo que no comprendía. Le amaba, lo hacía con todo su corazón, de tal manera que poca gente creía posible, lo amaba tanto que no podía imaginarse sin él, que le dolía como si la apuñalaran este tipo de traición... pero no podía hacer nada, no quería dejarlo, si lo dejaba sentía que el mundo se le vendría encima.

Sin poder aguantar escuchar los gemidos que empezaban a salir de su cuarto tomó la chaqueta y la bufanda para salir al frío exterior, parecía que lo estaban pasando como ella no había degustado en meses. Agradecía que su amiga Sofía la hubiera obligado a quedar con ella, no quería estar sola en ese momento y esta siempre la escuchaba... aunque después venía el discursito de siempre: deberías dejarlo, es un capullo ingrato, te mereces algo mejor... si en la teoría todo estaba muy claro, pero a la hora de ponerlo en práctica estaba jodida. Jamás había podido negarle nada a Richard y algo le decía que iba a seguir así por un tiempo.

Se sentó en la silla de siempre mientras limpiaba las lágrimas antes de que su amiga apareciera con su despampanante cuerpo, su pelo rojo fuego y sus ojos chispeantes y le hiciera confesar que Richard había vuelto a decepcionarla de una manera incluso más atroz de lo que solía hacer. Un camarero que ya conocía se acercó y con una suave sonrisa dejó delante de ella un chocolate caliente con nubes que se derretían lentamente agregando, si era posible, más dulzor a la mezcla que olía deliciosamente.

- Y... yo no he pedido nada- murmuró mientras se lamía los labios inquieta.

- Lo sé... pero te vi llorando y pensé que esto te animaría, al fin y al cabo es chocolate- confesó el chico, era bastante guapo, de ojos azules, pelo rubio ceniza y cerca de dos metros de alto. Casi todas las adolescentes que venían a este local, además de por el delicioso chocolate que haría que cualquier mujer suspirara casi orgásmicamente, era para verle. Ancho de espaldas, cintura estrecha, manos grandes de largos dedos y cálidas.

- Gracias Matt, eres un amor- respondió esta con una titubeante sonrisa.

- Y tú eres una preciosidad Amanda, no entiendo como siempre estás deprimida- respondió guiñándome un ojo.

- Gracias por intentar animarme, pero no hace falta que mientas- contestó algo sonrojada.

Parecía que iba a decir algo pero abrió la boca y acabó por cerrarla de nuevo ya que lo estaban llamando desde otra mesa, suspiró y cerró los ojos mientras se marchaba. Dio un pequeño sorbo al delicioso contenido de su taza justo cuando apareció Sofía con su despampanante cuerpo embutido en un apretado vestido color azul profundo y su pelo rojo recogido sofisticada-mente sobre su hombro. Fuera donde fuese siempre atraía la mirada de los hombres y eso siempre me daba bastante envidia ¿Cómo se sentiría?

- Otra vez Matt intentando ligar contigo ¿eh?- preguntó con media sonrisa mientras se sentaba en frente.

- No digas tonterías, él no se fijaría en mi- apartó la mirada algo triste.

- Déjame adivinar ¿Richard te ha engañado de nuevo?- suspiró mientras asentía, Sofía rodó los ojos- ¿y esta vez con quién?

- No lo sé... pero ha sido en mi cama- murmuró mientras tomaba otro sorbo.

- ¡Esto ya es demasiado Amanda! Tu eres una chica estupenda, te mereces lo mejor y no a ese idiota que se pierde detrás de cualquier falda... o lo dejas o lo amarras para que solo te vea a ti, no puedes seguir así- le regañó su Sofía mientras llamaba a Matt para que le sirviera su acostumbrado té verde- quien tuviera tus genes y no engordara al tomar chocolate- suspiró.

- Pero... ¿Cómo hago que se fije en mí?- dijo mientras se miraba a sí misma, tan anodina como siempre, desde luego no era el tipo de chica con el que él solía salir.

- ¡Ya se! tienes que ir al Club de los Manipuladores- respondió esta mientras le pasaba un panfleto- ellos se encarga de que cualquier chica o chico caiga a tus pies, tienen un cien por cien de efectividad- dio un par de golpecitos en el papel con su dedo.

Lo miró extrañada, hablaba sobre un establecimiento en el que aseguraban ser capaces de manipular y controlar hasta niveles que no sabía si eran legales. Los precios eran desorbitados pero se garantizaba un cien por cien de efectividad y había varios comentarios de supuestos clientes satisfechos. No le importaba lo que pusiera, jamás había confiado en casamenteras, lugares de citas o cosas de ese estilo, menos en un negocio que se hacía llamar "El Club de los manipuladores" sonaba más a organización criminal que a otra cosa y no había fotos de trabajadores o referencias a los mismos, cosa que resultaba sospechosa.

- No me fío de esas cosas... ¿Cómo sabemos si es verdad?- suspiró mientras negaba con la cabeza un par de veces

- Lo cierto querida… es que si lo quieres no tienes otra opción- Sofía era tremendamente sincera y sabía que, desgraciadamente, tenía razón. Ya no le quedaban más opciones.

1 comentario:

  1. Cuesta leerlo, El color de la letra sobre fondo negro cansa a la vista y el tipo de letra para un texto tan largo, es dificil de leer. Estaría bien para frases cortas, pero para textos tan largos, no estamos acostumbrados a este tipo de letra.

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